Claves para evitar accidentes en el agua

Noticias de Ciencia/Salud: Domingo 13 de diciembre de 2009 Publicado en edición impresa
Para disfrutar sin riesgo de las piletas y los deportes acuáticos
Pediatras elaboraron un documento para prevenir el ahogamiento, que es la segunda causa de muerte en menores de 15 años
Fabiola Czubaj
LA NACION
El calor ya invita a zambullirse en la pileta o a preparar el kayak o la moto acuática para disfrutar del río o del mar. Por eso es muy oportuno tomar algunas precauciones con los chicos y los adolescentes para evitar los accidentes.
Pero ¿cuál es el mejor chaleco salvavidas? ¿Hay que usar casco para andar en moto de agua? ¿Sirve la matronatación para aprender a nadar? ¿Cuándo se considera segura una pileta? ¿Conviene zambullirse en un espejo de agua? ¿Cuándo es seguro llevar un bebe a bordo?
Las respuestas, elaboradas por un grupo de pediatras especializados en prevención de accidentes, ayudan a evitar el ahogamiento, la segunda causa de muerte en los menores de 15 años. "La «noción del peligro», que es un conjunto de percepciones y aprendizajes que resguardan la integridad física, se adquiere a alrededor de los 4 años", precisan los autores del Consenso Nacional de Prevención del Ahogamiento de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP).
Esa es la mejor edad para empezar con las clases de natación, que suelen ser más efectivas cuando están a cargo de un profesor y no de un familiar. El contacto previo con el agua, como ocurre con la matronatación, "sirve para que el chico tome confianza con el agua y que aprenda a disfrutar y a respetar el agua, pero no para que aprenda a nadar ni a mantenerse a flote; además, puede generar en los padres una falsa sensación de seguridad. Con la primera bocanada de agua que traga un chico, ya no puede gritar ni pedir ayuda", explicó el doctor Carlos Nasta, presidente de la Subcomisión de Prevención de Accidentes de la SAP y redactor del documento.
Junto con él, 38 pediatras revisaron todas las normas nacionales e internacionales para prevenir los factores de riesgo asociados con las actividades en el agua de chicos y de adolescentes. El trabajo reveló una gran desorganización de esas normas. "Existe una gran desinformación y una gran dispersión de la información, que también es ambigua, contradictoria o deformada. Esto es apenas un puntapié fundacional a un documento serio y ordenado."
El chaleco, incluido para los menores de 4 años, se debe comprar según el peso y no la edad de los chicos. Debe mantenerlos a flote, con la cabeza fuera del agua; tener una abertura en el frente, con tres broches de seguridad como mínimo y una correa no extensible, que una la parte delantera y trasera por la ingle con un broche.
Los expertos desaconsejan el uso de brazaletes inflables, colchonetas, cámaras de automóvil o los salvavidas anulares clásicos de las embarcaciones porque "no ofrecen ninguna garantía", ni siquiera en una pileta segura.
En los arroyos, los ríos, las lagunas o el mar, la turbidez, los pozos de agua y la contracorriente actúan como "trampas" para los chicos, ya que facilitan el desplazamiento del cuerpo al sumergirse e impiden reconocer rápidamente signos de agotamiento. Para ingresar en un espejo de aguas oscuras, recién a partir de los 8 o 10 años, un chico debe hacerlo caminado lentamente y de la mano de un adulto. La primera inmersión es conveniente hacerla con zapatillas livianas para evitar lesiones.

Edades adecuadas para navegar
El consenso recomienda no llevar a pequeños de hasta 2 años a bordo de embarcaciones de remo (kayaks, canoas, piraguas o botes), con motor fuera de borda (gomones, motos de agua o lanchas pescadoras) o con velas. A partir de los 2 años, pueden hacerlo, pero con chaleco y junto con un adulto que sepa nadar.
El uso del optimist está permitido a partir de los 8 años, con vigilancia; el kayak y la piragua, desde los 10 años con curso de entrenamiento y chaleco; las motos de agua, a partir de los 16 años, a baja velocidad y con el chaleco puesto. "El uso del casco es polémico -se lee en el documento, que se puede conseguir en la SAP-. Sus ventajas ante un vuelco en el agua son obvias. Su desventaja sería la sofocación por la correa de seguridad y el ahogamiento al llenarse de agua."
Siempre, los expertos recomiendan que el responsable de supervisar las actividades en el agua no se distraiga, tenga visión directa de los chicos y conozca las maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP), que evitan la muerte inminente.

CHICOS ROCIADOS CON PESTICIDAS TRABAJAN COMO BANDERAS HUMANAS.

Quien sabe que se comete un crimen y no lo denuncia es un cómplice

José Martí

El 'mosquito' es una máquina que vuela bajo y 'riega' una nube de plaguicida.

'A veces me agarra dolor de cabeza en el medio del campo. Yo siempre llevo remera con cuello alto para taparme la cara y la cabeza'.
Gentileza de Arturo Avellaneda arturavellaneda@ msn.com


LOS NIÑOS FUMIGADOS DE LA SOJA

Argentina / Norte de la provincia de Santa Fe

Diario La Capital

Las Petacas, Santa Fe, 29 septiembre 2006

El viejo territorio de La Forestal, la empresa inglesa que arrasó con el quebracho colorado, embolsó millones de libras esterlinas en ganancias, convirtió bosques en desiertos, abandonó decenas de pueblos en el agujero negro de la desocupación y gozó de la complicidad de administraciones nacionales, provinciales y regionales durante más de ochenta años.
Las Petacas se llama el exacto escenario del segundo estado argentino donde los pibes son usados como señales para fumigar.
Chicos que serán rociados con herbicidas y pesticidas mientras trabajan como postes, como banderas humanas y luego serán reemplazados por otros.
'Primero se comienza a fumigar en las esquinas, lo que se llama 'esquinero'.
Después, hay que contar 24 pasos hacia un costado desde el último lugar donde pasó el 'mosquito', desde el punto del medio de la máquina y pararse allí', dice uno de los pibes entre los catorce y dieciséis años de edad.
El 'mosquito' es una máquina que vuela bajo y 'riega' una nube de plaguicida.
Para que el conductor sepa dónde tiene que fumigar, los productores agropecuarios de la zona encontraron una solución económica: chicos de menos de 16 años, se paran con una bandera en el sitio a fumigar..
Los rocían con 'Randap' y a veces '2-4 D' (herbicidas usados sobre todo para cultivar soja). También tiran insecticidas y mata yuyos.
Tienen un olor fuertísimo.

'A veces también ayudamos a cargar el tanque. Cuando hay viento en contra nos da la nube y nos moja toda la cara', describe el niño señal, el pibe que será contaminado, el número que apenas alguien tendrá en cuenta para un módico presupuesto de inversiones en el norte santafesino.
No hay protección de ningún tipo.
Y cuando señalan el campo para que pase el mosquito cobran entre veinte y veinticinco centavos la hectárea y cincuenta centavos cuando el plaguicida se esparce desde un tractor que 'va más lerdo', dice uno de los chicos.
'Con el 'mosquito' hacen 100 o 150 hectáreas por día. Se trabaja con dos banderilleros, uno para la ida y otro para la vuelta. Trabajamos desde que sale el sol hasta la nochecita. A veces nos dan de comer ahí y otras nos traen a casa, depende del productor', agregan los entrevistados.
Uno de los chicos dice que sabe que esos líquidos le puede hacer mal: 'Que tengamos cáncer', ejemplifica. 'Hace tres o cuatro años que trabajamos en esto. En los tiempos de calor hay que aguantárselo al rayo del sol y encima el olor de ese líquido te revienta la cabeza.
A veces me agarra dolor de cabeza en el medio del campo. Yo siempre llevo remera con cuello alto para taparme la cara y la cabeza', dicen las voces de los pibes envenenados.
-Nos buscan dos productores.
Cada uno tiene su gente, pero algunos no porque usan banderillero satelital.
Hacemos un descanso al mediodía y caminamos 200 hectáreas por día.
No nos cansamos mucho porque estamos acostumbrados.
A mí me dolía la cabeza y temblaba todo. Fui al médico y me dijo que era por el trabajo que hacía, que estaba enfermo por eso', remarcan los niños.
El padre de los pibes ya no puede acompañar a sus hijos. No soporta más las hinchazones del estómago, contó. 'No tenemos otra opción. Necesitamos hacer cualquier trabajo', dice el papá cuando intenta explicar por qué sus hijos se exponen a semejante asesinato en etapas.
La Agrupación de Vecinos Autoconvocados de Las Petacas y la Fundación para la Defensa del Ambiente habían emplazado al presidente comunal Miguel Ángel Battistelli para que elabore un programa de erradicación de actividades contaminantes relacionadas con las explotaciones agropecuarias y el uso de agroquímicos.
No hubo avances.
Los pibes siguen de banderas.
Es en Las Petacas, norte profundo santafesino, donde todavía siguen vivas las garras de los continuadores de La Forestal.
Fuente: Diario La Capital, Rosario, Argentina

domingo, 6 de marzo de 2011

El poder de la resiliencia

Aunque no siempre seamos conscientes de eso, tenemos la capacidad innata para sobreponernos a cualquier situación traumática. De qué se trata y cómo se fortalece el mecanismo que nos permite salir fortalecidos de las más diversas crisis vitales
Domingo 06 de marzo de 2011 | Publicado en edición impresa LA NACIÓN


Se puede andar por la vida más liviano sabiendo que existe la posibilidad de superar, incluso, hasta el evento más doloroso. Más allá de las circunstancias traumáticas a las que podemos llegar a estar expuestos por el solo hecho de ser mortales, cada día el mundo nos expone sin red a situaciones poco deseables. Pero, en unas y otras, hombres y mujeres, en la medida de sus deseos y posibilidades, tienen la oportunidad de mezclar y dar de nuevo. Aunque no somos aún del todo conscientes, todo indica que se nace resiliente, se aprende y también se enseña a cultivar una, si no la más preciada, de las fortalezas personales.





Los 33 mineros fueron rescatados después de haber sobrevivido 70 días bajo tierra. Más allá del plan de rescate, sus fortalezas y capacidades individuales les permitieron estar vivos para subirse a la cápsula que los devolvió a la superficie. De atentados como el de la AMIA, la embajada de Israel, las Torres Gemelas, Atocha y tantos otros hubo sobrevivientes, así como sobrevivieron los familiares y afectos de quienes perdieron la vida. Unos y otros pudieron o siguen intentando reciclar tamaño dolor. Hay padres que pierden a sus hijos. Hay enfermos que superan la enfermedad. Cada día el diario nos despierta con crónicas de resiliencia. También hay tantas otras que, aunque no llegan a ser noticia, desde el anonimato enseñan sobre el coraje que necesitamos para vivir y sobrevivir una y otra vez.

La etimología de la palabra nos permite llegar a un primer punto sin escalas. "Resiliencia es saltar hacia atrás, volver a saltar, rebotar", como anticipa la doctora en psicología, Mariana Gancedo, apelando a la traducción del griego resiliere. "El término resilient se introdujo oportunamente al idioma inglés y, en el ámbito de la física, alude a la capacidad que tienen algunos metales de recuperar su estructura luego de una deformación", completa la profesora de Psicología Positiva de la Universidad de Palermo.

Así como los metales más rígidos, el hombre tiene la posibilidad de recuperar su estado, aunque, claro está, algo habrá cambiado. Pocos podrán volver a la versión original. Nuestra vida suele ser una sucesión de adaptaciones producto de cada experiencia. Una situación traumática modifica la vida de una persona, pero, con el mayor de los respetos que merece cada dolor, es importante que podamos destacar esta idea de que siempre hay tiempo para reconstruir y salir fortalecido.

"Ante todo hay que aclarar que la adaptación ante una situación estresante es la norma y la enfermedad es la excepción", rescata la médica psiquiatra Daniela Bordalejo, para quien "la resiliencia, como cualidad humana propia de la tenacidad cognitiva, surge como resultado de múltiples procesos mentales que contrarrestan las situaciones nocivas y les permiten a las personas aprovechar las crisis para su crecimiento".

Cierto marketing de la vida se encarga de que tengan más prensa o impacto los costos del trauma y el dolor. Sin embargo, tal como insiste la doctora Bordalejo, "las personas suelen resistir los embates de la vida con insospechada fortaleza". Ante sucesos extremos, un elevado porcentaje de personas "muestra una gran resistencia y que sale psicológicamente indemne o con daños mínimos del trance".

A muchos puede sorprender este dato: "La mayoría de la gente que sufre una pérdida irreparable no se deprime", certifica la psiquiatra, para quien "el ser humano tiene una gran capacidad para encontrar sentido a las experiencias más terribles".

Es que no se trata de minimizar el dolor de las experiencias traumáticas, sino de entender que hay otras formas de curar las heridas. "Estamos acostumbrados a mirar todo desde un modelo médico tradicional y, en un primer término, solemos pensar que los casos de resiliencia son la excepción a la regla -explica Mariana Gancedo-. Frente a una gran adversidad, creemos que lo habitual es la enfermedad. La realidad nos indica que muchísimas veces ocurre lo contrario: a la adversidad se le suele hacer frente y eventualmente se aprende de ella. Esto implica que los ejemplos de resiliencia son cotidianos y numerosos, observados tanto en la vida privada como en los consultorios de los psicólogos."

Los enfoques de la psicología que tienen como objetivo el estudio y la promoción de los aspectos funcionales de la conducta acuñan con fuerza esta figura de la resiliencia como un recurso vital, complementario al modelo médico. Fue Emmy Werner quien, en los años 80, estudió a 700 niños hawaianos en condiciones físicas, familiares y sociales desfavorables, y descubrió que un tercio de esos chicos logró, contra todo pronóstico, llevar una vida productiva y satisfactoria. No es poca cosa, si lo que se pretende es encontrar un camino para revertir tantas vidas que parecerían sufrir la condena a un futuro sin posibilidades.

"Más allá de las situaciones extremas de dolor -celebra Mariana Gancedo- están quienes, pese a haber nacido en un medio familiar o socioeconómico hostil, lograron superarse, formar una familia y contribuir con su trabajo a la sociedad. Son los casos que no salen en los diarios, pero el saber de ellos ilumina nuestras propias vidas. La resiliencia es ejemplar, porque, como onda expansiva, produce en quien la contempla un proceso que lleva al fortalecimiento de la propia potencialidad resiliente."

El juego de las diferencias
¿Por qué unos pueden y otros no? ¿Por qué unos son más resilientes que otros? ¿Cuánto y qué hay de innato, y cuánto y qué de aprendido? "Si intentáramos hacer una fórmula podríamos decir que la posibilidad de la resiliencia es el resultado de una ecuación entre el estado del sujeto (período evolutivo, madurez, red social, historia, proyectos) y la naturaleza de la situación de adversidad (intensidad, áreas que abarca, proyección en el futuro)", sugiere la psicóloga Mariana Gancedo, que rescata una y otra vez la idea de la resiliencia como un proceso dinámino.

Si hay un proceso dinámico quiere decir que hay un punto de partida, un trayecto de aprendizaje y un momento de poner en práctica lo innato y lo aprendido. Pero no todo es tan sencillo. Nunca el éxito está garantizado. "Nuestra probabilidad de error puede ser muy alta -advierte Gancedo-. Una persona que ha probado su resiliencia frente a ciertas circunstancias traumáticas podría desmoronarse frente a otro tipo de adversidad."

Es buen momento para dejar en claro que una misma situación puede resonar de distintas maneras en cada persona (ver Diccionario en positivo).

También es necesario resaltar que no hay diferencias de género en torno de las posibilidades de ser resiliente. Los estudios no muestran diferencias significativas entre hombres y mujeres, aunque algunos investigadores destacan que ellas presentan como favorable una mayor capacidad de establecer lazos satisfactorios con otras personas, balanceando las propias necesidades con el acto de dar a los otros. Por otra parte, los hombres suelen mostrar actitudes más pragmáticas para la resolución de los conflictos.

Lo que difieren son los estilos. La mujer parecería poder sostener y armar o salir a buscar redes de sostén emocional. El hombre suele resolver en silencio y en la acción directa.

Las neurociencias también dan su explicación. Hay cerebros más resilientes que otros: "La capacidad de resiliencia está determinada por un complejo sistema de mediadores neuroquímicos que incluye diferentes tipos de neurotransmisores (serotonina, dopamina, noradrenalina), hormonas y neuropéptidos -explica la doctora Bordalejo-. La corteza prefrontal está implicada en la motivación y búsqueda de satisfacciones mediante el cumplimiento de metas, lo cual es un fenómeno común en personas sanas. Por el contrario, tales procesos desaparecen en individuos deprimidos, lo que explica su pobre iniciativa e incapacidad para experimentar placer. Las neuronas prefrontales también mantienen inhibida la amígdala cerebral, una estructura localizada en la profundidad del cerebro, que está vinculada con estados emocionales negativos, como la ansiedad y las respuestas exageradas al estrés".

Al Igual que en el caso de cualquier capacidad psíquica, todos tenemos una potencialidad innata para ser resilientes. "Esta potencialidad puede ser mayor o menor -comenta Gancedo-, y para su desarrollo necesitamos que se den ciertas condiciones mínimas en nuestra biología, así como en nuestro entorno familiar y social."

Cada quien con su cerebro y experiencias de vida, irá desarrollando un estilo de personalidad. "La percepción individual de los eventos vitales puede alterar la magnitud real de lo percibido -explica la doctora Bordalejo-, de ahí que ciertas características de personalidad pueden ser protectoras ante situaciones adversas."

En este contexto podemos hablar de sujetos pro resilientes y sujetos no resilientes, con todas las graduaciones que pueda haber entre un extremo y el otro. Está comprobado que cuanto mayor actividad cognitiva e intelectual, mayor será la capacidad neuronal y emocional de resiliencia. El sujeto con mayores conocimientos y mayor capacidad intelectual puede procesar y elaborar más eficazmente los traumas y factores estresantes.

Las personalidades más resilientes suelen ser equilibradas frente a las situaciones que despiertan tensión, tienen espíritu responsable de superación y valoración, suelen tener recursos creativos. "Los pro resilientes son personas que enfrentan las situaciones de estrés con gran compromiso -detalla la doctora Bordalejo-; esto les permite una fuerte sensación de control sobre los acontecimientos. Están más abiertos a las situaciones de cambio de la vida, de las que suelen salir fortalecidos. En cambio, las personas poco resilientes padecen frecuentes e intensos episodios de reactivación de la memoria consciente del momento estresante, como pensamientos compulsivos e intrusivos que terminan con un progresivo deterioro en el desempeño de la vida diaria. Las personas poco resilientes quedan estancadas en el evento traumático y no pueden ubicarse en la etapa siguiente."

Sostenes invalorables
Se nace resiliente, se aprende y se enseña. La familia, la escuela y el Estado son claros responsables de este circuito vital. "Como con cualquier potencial psíquico, los padres y educadores tienen un papel relevante para proveer un ambiente que facilite el despliegue y la actualización de dicha potencialidad -explica Gancedo-. Vale decir que existe una serie de características de la familia y la escuela que ayudarían a construir la resiliencia."

Por su parte, la doctora Bordalejo propone: "Se puede enseñar a nuestros hijos a ser resilientes, pero eso no implica evitarles los dolores de la vida. Muy por el contrario; se trata de educarlos en un ambiente cálido, pero con límites, en el que observen que sus padres afrontan las situaciones adversas con una actitud positiva y de compromiso".

"Más allá de cumplir con la satisfacción de las necesidades básicas, se trata de brindar a nuestros hijos un apego seguro en la infancia -enuncia Gancedo-. Nuestro apoyo y afecto les servirá de modelo para establecer vínculos estrechos en la adultez. También se trata de educar en valores pro sociales y trascendentes, establecer límites claros, detectar y promover los recursos del niño, estimular proyectos vitales y brindar oportunidades."

Siempre hay tiempo para que una persona pueda ser reconocida, escuchada, mirada, aceptada incondicionalmente. Siempre hay tiempo para que pueda desplegar su potencialidad resiliente. "Es importante decir -enfatiza la psicóloga- que la condición fundamental para la emergencia de la resiliencia es el encuentro a lo largo de la vida con algún otro que aceptó a la persona en forma incondicional. Esta aceptación incondicional sería el cimiento para la construcción de la autoestima y la autoconfianza. Como manifestaciones usuales de esta plataforma de identidad se observan características como la capacidad para la introspección, la capacidad para establecer y mantener relaciones interpersonales estrechas, la presencia de un proyecto vital y de valores con un sentido profundo para la persona, el sentido del humor y la creatividad. De alguna manera son todas cualidades que ayudan a despegarse de la situación de adversidad, tener una perspectiva más amplia, planificar y pensar en algo más allá de sí mismo, lo que otorga sentido a la vida."

Así como la familia y la escuela en su escala, las sociedades que promueven la justicia, la libertad y el bienestar de sus ciudadanos están facilitando la emergencia de personas y sociedades resilientes. Todos somos potenciales tutores de resiliencia (ver Caja de herramientas).

Cuando no alcanza
Si bien la resiliencia nos permite salir del pozo, como advertimos en un principio, no hay reglas universales ni garantías absolutas a la hora de evaluar experiencias individuales. No todo es traumático para todos ni todos tenemos las mismas posibilidades de resolver aquello que nos impacta. Habrá que ayudar al paciente a salir en busca de esa fortaleza que le permitirá recuperar el bienestar psíquico y emocional.

"Cuando no tenemos las herramientas necesarias para superar el daño emocional de ciertos eventos, en un principio, nos vemos envueltos en un clima de ansiedad e incertidumbre creciente -explica la doctora Bordalejo-. Se hace evidente en nosotros el grado de vulnerabilidad. La tensión va en aumento. Aparecen el miedo, la confusión y la desorganización de la conducta. Un tercer lapso, considerado crónico, se hace palpable cuando nos gobiernan el estrés, el temor, la ofuscación, la labilidad emocional y las actitudes de negación. Finalmente se observan estados depresivos y cambios emocionales más duraderos con manifestaciones de enfermedad psíquica y pasividad frente a otras adversidades. Los pacientes que pasan por estas circunstancias manifiestan síntomas como si el evento traumático hubiese ocurrido ayer o hace apenas pocas horas."

Cuando podemos anticiparnos a los hechos que nos dejarán una huella dolorosa inevitable, como, por ejemplo, la muerte de un ser querido, debemos pensar en la resiliencia como una etapa preventiva. Pero no siempre esta instancia es posible. "Ocurrido el hecho traumático sólo nos queda pensar en el rescate y la aplicación de los métodos de rehabilitación y readaptación -detalla la psiquiatra-. Es fundamental el compromiso del sujeto para enfrentar la situación, una actitud positiva y la creatividad para desarrollar estrategias que le permitan un equilibrio emocional. Cuando no logra superar el evento traumático, se interviene para cortar con el ciclo de estrés crónico y sostener a esa persona. Esto se hace mediante el apoyo de un grupo que haya pasado por situaciones semejantes (por ejemplo, padres que perdieron un hijo o excombatientes de una guerra). Es fundamental, además, la psicoterapia individual para acompañar al sujeto y darle un apoyo que le permita implementar estrategias de adaptación. El tratamiento farmacológico se usa cuando, debido al trauma, se desarrolla una enfermedad o patología como pueden ser los trastornos del sueño, la depresión, cuadros de estrés postraumático, así como tantos otros trastornos de la conducta."

La resiliencia está ahí. Es nuestro tesoro. Se trata de custodiarla, cultivando día a día todo posible conocimiento y actividad que enriquezca nuestra capacidad intelectual y emocional. Así como es bueno saber que la resiliencia está ahí, esperando activarse ante un episodio doloroso, es bueno tener en claro que hay salvavidas, redes de contención y apoyo, para salir a flote y volver a empezar.

Por Eduardo Chaktoura
revista@lanacion.com.ar


DICCIONARIO EN POSITIVO
Trauma
Es un acontecimiento caracterizado por su intensidad, por la incapacidad del sujeto de responder a él adecuadamente y por los efectos patógenos duraderos que puede provocar en la organización psíquica. Es importante destacar su carácter subjetivo, en cuanto que lo que es traumático para algunos puede no serlo para otros.

Duelo
Respuesta emocional, física y conductual frente a una situación de pérdida. En una primera etapa, el sujeto muestra una conducta semiautomática, producto del embotamiento emocional. Luego transita un proceso de enojo e impotencia hasta admitir lo irreversible de la pérdida. Es en este momento cuando se encuentra en condiciones de buscar y encontrar nuevas formas de desarrollarse.

Adversidad
Esta noción pone el foco en la situación externa en la que se ve inmerso el sujeto, la cual puede ser puntual o permanente. De hecho la resiliencia se puede observar ante situaciones de orden biológico (enfermedades crónicas, discapacidades de todo tipo), familiar (violencia, abandono, disfuncionalidad), social (pobreza, falta de acceso al sistema educativo o de salud) e incluso de orden histórico público (catástrofes naturales o políticas).

Resiliencia
Capacidad de las personas o grupos para sobreponerse al dolor emocional y continuar con su vida. El modo de reaccionar ante una situación adversa depende tanto de lo heredado como de lo adquirido. Una persona puede tener alguna vulnerabilidad genética para enfrentar una situación adversa, pero si ha crecido en un ambiente adecuado (de compromiso, afectuoso y con límites) será resiliente ante situaciones amenazantes. Esta importante cualidad humana también es conocida como tenacidad cognitiva.

Salir fortalecido
En un principio el concepto de resiliencia implicaba volver al funcionamiento previo a la situación traumática. Hoy se prefiere acentuar el aspecto de transformación positiva como más representativo de la resiliencia. Es difícil imaginar que un ser humano, a diferencia de un metal, pueda volver a su funcionamiento anterior sin que nada haya cambiado en él. Esta última idea se acerca al concepto de invulnerabilidad, que se usó para describir a los sujetos que parecían no ser afectados por la adversidad. Lo propio de la resiliencia es todo lo contrario: ser afectados de tal modo que se produce una transformación positiva, lo que lleva a un fortalecimiento psíquico, a vivir una vida más plena aun que antes del acontecimiento o la situación adversa. Sería un concepto hermano del de crecimiento postraumático.

CAJA DE HERRAMIENTAS
Podemos tener siempre a mano esta lista de consejos profesionales que promueven la resiliencia:

Brindar a nuestros hijos y afectos un hogar y relaciones seguras

Alimentar una actitud de encuentro ante los demás

Promover la creatividad y las fortalezas personales

Comprometerse con uno, con el otro y con cada proyecto de vida

Aceptar al otro y con sus capacidades y posibilidades del momento (reconocer la unicidad y libertad del otro, confiando en que sus recursos le permitirán levantarse y crecer)

Recordar que cada uno de los momentos difíciles de nuestra vida son oportunidades para atravesar la crisis y salir fortalecidos

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