Claves para evitar accidentes en el agua

Noticias de Ciencia/Salud: Domingo 13 de diciembre de 2009 Publicado en edición impresa
Para disfrutar sin riesgo de las piletas y los deportes acuáticos
Pediatras elaboraron un documento para prevenir el ahogamiento, que es la segunda causa de muerte en menores de 15 años
Fabiola Czubaj
LA NACION
El calor ya invita a zambullirse en la pileta o a preparar el kayak o la moto acuática para disfrutar del río o del mar. Por eso es muy oportuno tomar algunas precauciones con los chicos y los adolescentes para evitar los accidentes.
Pero ¿cuál es el mejor chaleco salvavidas? ¿Hay que usar casco para andar en moto de agua? ¿Sirve la matronatación para aprender a nadar? ¿Cuándo se considera segura una pileta? ¿Conviene zambullirse en un espejo de agua? ¿Cuándo es seguro llevar un bebe a bordo?
Las respuestas, elaboradas por un grupo de pediatras especializados en prevención de accidentes, ayudan a evitar el ahogamiento, la segunda causa de muerte en los menores de 15 años. "La «noción del peligro», que es un conjunto de percepciones y aprendizajes que resguardan la integridad física, se adquiere a alrededor de los 4 años", precisan los autores del Consenso Nacional de Prevención del Ahogamiento de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP).
Esa es la mejor edad para empezar con las clases de natación, que suelen ser más efectivas cuando están a cargo de un profesor y no de un familiar. El contacto previo con el agua, como ocurre con la matronatación, "sirve para que el chico tome confianza con el agua y que aprenda a disfrutar y a respetar el agua, pero no para que aprenda a nadar ni a mantenerse a flote; además, puede generar en los padres una falsa sensación de seguridad. Con la primera bocanada de agua que traga un chico, ya no puede gritar ni pedir ayuda", explicó el doctor Carlos Nasta, presidente de la Subcomisión de Prevención de Accidentes de la SAP y redactor del documento.
Junto con él, 38 pediatras revisaron todas las normas nacionales e internacionales para prevenir los factores de riesgo asociados con las actividades en el agua de chicos y de adolescentes. El trabajo reveló una gran desorganización de esas normas. "Existe una gran desinformación y una gran dispersión de la información, que también es ambigua, contradictoria o deformada. Esto es apenas un puntapié fundacional a un documento serio y ordenado."
El chaleco, incluido para los menores de 4 años, se debe comprar según el peso y no la edad de los chicos. Debe mantenerlos a flote, con la cabeza fuera del agua; tener una abertura en el frente, con tres broches de seguridad como mínimo y una correa no extensible, que una la parte delantera y trasera por la ingle con un broche.
Los expertos desaconsejan el uso de brazaletes inflables, colchonetas, cámaras de automóvil o los salvavidas anulares clásicos de las embarcaciones porque "no ofrecen ninguna garantía", ni siquiera en una pileta segura.
En los arroyos, los ríos, las lagunas o el mar, la turbidez, los pozos de agua y la contracorriente actúan como "trampas" para los chicos, ya que facilitan el desplazamiento del cuerpo al sumergirse e impiden reconocer rápidamente signos de agotamiento. Para ingresar en un espejo de aguas oscuras, recién a partir de los 8 o 10 años, un chico debe hacerlo caminado lentamente y de la mano de un adulto. La primera inmersión es conveniente hacerla con zapatillas livianas para evitar lesiones.

Edades adecuadas para navegar
El consenso recomienda no llevar a pequeños de hasta 2 años a bordo de embarcaciones de remo (kayaks, canoas, piraguas o botes), con motor fuera de borda (gomones, motos de agua o lanchas pescadoras) o con velas. A partir de los 2 años, pueden hacerlo, pero con chaleco y junto con un adulto que sepa nadar.
El uso del optimist está permitido a partir de los 8 años, con vigilancia; el kayak y la piragua, desde los 10 años con curso de entrenamiento y chaleco; las motos de agua, a partir de los 16 años, a baja velocidad y con el chaleco puesto. "El uso del casco es polémico -se lee en el documento, que se puede conseguir en la SAP-. Sus ventajas ante un vuelco en el agua son obvias. Su desventaja sería la sofocación por la correa de seguridad y el ahogamiento al llenarse de agua."
Siempre, los expertos recomiendan que el responsable de supervisar las actividades en el agua no se distraiga, tenga visión directa de los chicos y conozca las maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP), que evitan la muerte inminente.

CHICOS ROCIADOS CON PESTICIDAS TRABAJAN COMO BANDERAS HUMANAS.

Quien sabe que se comete un crimen y no lo denuncia es un cómplice

José Martí

El 'mosquito' es una máquina que vuela bajo y 'riega' una nube de plaguicida.

'A veces me agarra dolor de cabeza en el medio del campo. Yo siempre llevo remera con cuello alto para taparme la cara y la cabeza'.
Gentileza de Arturo Avellaneda arturavellaneda@ msn.com


LOS NIÑOS FUMIGADOS DE LA SOJA

Argentina / Norte de la provincia de Santa Fe

Diario La Capital

Las Petacas, Santa Fe, 29 septiembre 2006

El viejo territorio de La Forestal, la empresa inglesa que arrasó con el quebracho colorado, embolsó millones de libras esterlinas en ganancias, convirtió bosques en desiertos, abandonó decenas de pueblos en el agujero negro de la desocupación y gozó de la complicidad de administraciones nacionales, provinciales y regionales durante más de ochenta años.
Las Petacas se llama el exacto escenario del segundo estado argentino donde los pibes son usados como señales para fumigar.
Chicos que serán rociados con herbicidas y pesticidas mientras trabajan como postes, como banderas humanas y luego serán reemplazados por otros.
'Primero se comienza a fumigar en las esquinas, lo que se llama 'esquinero'.
Después, hay que contar 24 pasos hacia un costado desde el último lugar donde pasó el 'mosquito', desde el punto del medio de la máquina y pararse allí', dice uno de los pibes entre los catorce y dieciséis años de edad.
El 'mosquito' es una máquina que vuela bajo y 'riega' una nube de plaguicida.
Para que el conductor sepa dónde tiene que fumigar, los productores agropecuarios de la zona encontraron una solución económica: chicos de menos de 16 años, se paran con una bandera en el sitio a fumigar..
Los rocían con 'Randap' y a veces '2-4 D' (herbicidas usados sobre todo para cultivar soja). También tiran insecticidas y mata yuyos.
Tienen un olor fuertísimo.

'A veces también ayudamos a cargar el tanque. Cuando hay viento en contra nos da la nube y nos moja toda la cara', describe el niño señal, el pibe que será contaminado, el número que apenas alguien tendrá en cuenta para un módico presupuesto de inversiones en el norte santafesino.
No hay protección de ningún tipo.
Y cuando señalan el campo para que pase el mosquito cobran entre veinte y veinticinco centavos la hectárea y cincuenta centavos cuando el plaguicida se esparce desde un tractor que 'va más lerdo', dice uno de los chicos.
'Con el 'mosquito' hacen 100 o 150 hectáreas por día. Se trabaja con dos banderilleros, uno para la ida y otro para la vuelta. Trabajamos desde que sale el sol hasta la nochecita. A veces nos dan de comer ahí y otras nos traen a casa, depende del productor', agregan los entrevistados.
Uno de los chicos dice que sabe que esos líquidos le puede hacer mal: 'Que tengamos cáncer', ejemplifica. 'Hace tres o cuatro años que trabajamos en esto. En los tiempos de calor hay que aguantárselo al rayo del sol y encima el olor de ese líquido te revienta la cabeza.
A veces me agarra dolor de cabeza en el medio del campo. Yo siempre llevo remera con cuello alto para taparme la cara y la cabeza', dicen las voces de los pibes envenenados.
-Nos buscan dos productores.
Cada uno tiene su gente, pero algunos no porque usan banderillero satelital.
Hacemos un descanso al mediodía y caminamos 200 hectáreas por día.
No nos cansamos mucho porque estamos acostumbrados.
A mí me dolía la cabeza y temblaba todo. Fui al médico y me dijo que era por el trabajo que hacía, que estaba enfermo por eso', remarcan los niños.
El padre de los pibes ya no puede acompañar a sus hijos. No soporta más las hinchazones del estómago, contó. 'No tenemos otra opción. Necesitamos hacer cualquier trabajo', dice el papá cuando intenta explicar por qué sus hijos se exponen a semejante asesinato en etapas.
La Agrupación de Vecinos Autoconvocados de Las Petacas y la Fundación para la Defensa del Ambiente habían emplazado al presidente comunal Miguel Ángel Battistelli para que elabore un programa de erradicación de actividades contaminantes relacionadas con las explotaciones agropecuarias y el uso de agroquímicos.
No hubo avances.
Los pibes siguen de banderas.
Es en Las Petacas, norte profundo santafesino, donde todavía siguen vivas las garras de los continuadores de La Forestal.
Fuente: Diario La Capital, Rosario, Argentina

lunes, 31 de enero de 2011

Tú con tu abuela, yo a trabajar



31 ENE 11 | ¿Abuelas esclavas?
Más que canguros de sus nietos, algunos se sienten esclavos de sus hijos - Hay expertos que denuncian abusos - Pero muchos ancianos reconocen que el trato con los niños les reporta alegría y hace posible que las madres trabajen.

El País, Madrid

INMACULADA DE LA FUENTE

"No es que no queramos. Es que estamos cansadas". Hay una generación de mujeres que tras criar a sus hijos vuelven a ser madres de sus nietos a tiempo parcial. No lo han elegido. Tampoco se rebelan. Pero cansa. Aunque hay casos y casos. Zonas de grises. Los abuelos, sobre todo si son jóvenes, disfrutan cuidando a sus nietos. Pero algunos acaban convirtiéndose en algo más que abuelos: canguros, secretarios de sus atareados hijos, recaderos, taxistas.... No hay límites. Y empieza el abuso, sobre todo con las abuelas, que además de recoger al niño en el colegio, tienen que darle de comer o merendar, llevarle al médico, a baloncesto, a inglés, y si se tercia al zapatero. Un periodo que no dura dos o tres años, sino que puede prolongarse seis, siete o tal vez 10. Y la abuela se hace mayor, su cuerpo se agota. Al final, o aprenderá a jugar a los videojuegos si conserva buena vista, o acabará en el psicólogo. O llamando al Teléfono de la Esperanza, un servicio que empieza a recibir peticiones de ayuda de abuelos desbordados. Unos llaman en busca de orientaciones educativas; otras para desahogarse, sobre todo en Navidades o al final del verano. "Mis nietos me meten caña, deme algo para estar espabilada", le ha llegado a pedir una abuela a su médico.

El fenómeno no está cuantificado, pero es cada vez más frecuente. "La mayoría renuncia a todo por atender a sus nietos. La educación recibida y su sentido de la responsabilidad les hace interiorizar ese papel de abuelas canguro", señala el pediatra Joaquín Ibarra, autor de Mis abuelos me cuidan: Guía para los canguros del siglo XXI. "Lejos de confesar que la tarea les supera, hasta justifican a sus hijos. Pero no es lo mismo tener 60 años que 75, ni atender a uno o a tres", añade. La mayoría empieza con un niño, pero un 26% asume dos.

Hay un perfil de abuelos jóvenes que cuidan sin apenas esfuerzo de sus nietos. Como Águeda (nombre ficticio) y su marido Juan. Recogen a los niños del colegio, les dan la merienda y los llevan a casa de sus padres. O se quedan a dormir con ellos entre semana. El abuelo tiene 66 años y hace tres que se jubiló; la abuela, de 61, ha trabajado siempre en casa, y cuando su única hija se casó, consideró natural hacerse cargo de los nietos. Es una prolongación de su vida anterior. Poco importa que su hija y su yerno vivan en Sanchinarro y ellos en Carabanchel, dos barrios de Madrid bastante alejados.

Cándida Nevado y su marido no son ya tan jóvenes, pero atienden a sus nietos desde hace años, más como padres que como abuelos. En cierto modo, han tenido tres hijos: la suya y los dos de esta. La hija de Cándida Nevado sufre depresiones recurrentes, y aunque en algunos periodos puede trabajar, su referente familiar es la casa de sus padres. "Es algo que no te imaginas, pero que acabas asumiendo debido a las circunstancias: tienes que ocuparte incluso de los deberes, alimentarlos... No es fácil. A veces tienes que regañarles...", cuenta la abuela, de 76 años, en conversación telefónica desde su domicilio de Sant Just Desvern (Barcelona). Ella y su marido cuidaron de un primer nieto que ahora tiene 21 años. "Trabaja y es prácticamente autónomo", explica. Años después se han hecho cargo de su nieta, fruto de un segundo matrimonio de la hija. La niña tiene ahora 10 años, "pero cuando era más pequeña... Me pilló con 70 años, una edad en la que no tienes ganas de echarte al suelo a jugar, ni ir al parque. Aunque acabas haciéndolo", relata. Cándida Nevado y su marido lo hacen voluntariamente. Es el arreglo familiar al que han llegado, algo positivo para los chicos. "Además, hay cosas que compensan: sus miradas, su alegría... Mi nieta habla mucho, como yo, así que estoy más que entretenida", confiesa.

Cándida Nevado asistió hace unos años al taller de abuelos Convivir con nietos de CatalunyaCaixa. Allí compartió experiencias con otras abuelas en situaciones parecidas. "Los abuelos colaboran", reconoce Nevado, "pero casi todo recae en nosotras. Me gustaría disfrutar más de estas tareas, como hacen algunas abuelas más jóvenes. Pero estás en una edad en la que deseas hacer cosas que no pudiste hacer de joven y esta nueva responsabilidad te coarta", confiesa. "Cuando mi nieta era más pequeña, tuve que dejar el coro del Club San Jordi. No podía ir a ensayar", sigue. "Ahora voy a volver, porque allí hay actividades que te permiten relacionarte y compartir tus vivencias", agrega.

"La educación de los hijos es competencia de los padres. Pero con frecuencia, los padres disponen de poco tiempo, y las encuestas nos dicen que los niños que están solos son menos felices", afirma Ibarra. "Por desgracia, ese tiempo que los padres no pueden dedicar a sus hijos pequeños, no volverá. En estos casos, en las familias con abuelos, estos no tienen más remedio que hacer de abuelos, pero también, en parte, de padres", continúa. Y los abuelos casi siempre dicen sí. "Basta con nombrar al nieto para que experimenten una inyección de vitalidad y sean capaces de multiplicarse". Pero ¿se están pasando algunos padres? "La pregunta no tiene una sola respuesta. Depende de las negociaciones de cada familia. A muchos hijos les viene bien ahorrarse la canguro", prosigue Ibarra. "Pero los abuelos deben tener tiempo para su propio cuidado, para hacer ejercicio, para mantener sus relaciones sociales, su ocio y sus actividades intelectuales", señala el especialista.

Algunos abuelos, ciertamente, son un chollo. Los hay incluso militantes, ya que se ofrecen para todo. Ponen el listón muy alto. Sea porque se sienten útiles o porque buscan segundas oportunidades y quieren recuperar con los nietos lo que no pudieron vivir con sus hijos, alimentan una tendencia algo tramposa. La de que todos los abuelos quieren y pueden hacerse cargo de sus nietos. Esta tendencia choca, además, con otra que había empezado a cobrar fuerza a finales del siglo XX: la liberación de la mujer de ataduras domésticas conforme sus hijos se emancipaban. Algunas de estas abuelas que rondan los 60 años siguen trabajando o están a punto de jubilarse. Son mujeres activas, con una nutrida vida social y con ganas de viajar o de apurar su propio tiempo. Se han ido reinventado en cada edad, y valoran que las parejas jóvenes sean ya más igualitarias (aunque quede todavía un largo trecho), ya que piensan que ese es el camino a seguir. Cuando ellas se casaron tenían que sacar a pulso a sus hijos, ya que sus maridos apenas ayudaban. Eso no significa que no cooperen: si sus hijos o nietos las necesitan y se encuentran disponibles, echan una mano a su familia como cualquier otra abuela. Pero es una ayuda circunstancial, no una obligación añadida.

Hasta las abuelas más independientes experimentan ambivalencias. "No, el próximo curso no me pongas clases por la tarde", pedía una catedrática en la recta final de su carrera al jefe del departamento. ¿Motivos? Se había ofrecido a recoger a su primer nieto en la guardería. "Lo hago por mi hija. Es tan duro situarse hoy en el mercado...". Así están muchas. Ajustan sus horarios laborales si es factible; dejan el yoga temporalmente porque coincide con el cursillo de natación de su nieto Iván, y hasta se saltan algún viaje para que su hijo y su nuera se vayan de fin de semana.

La mayoría de los niños que reciben cuidados de los abuelos son hijos de madres con empleo. Por el contrario, cuando la madre no trabaja, solo uno de cada cuatro niños menores de tres años acude a la Escuela Infantil, según la Encuesta de Condiciones de Vida de 2009 (Instituto Nacional de Estadística). Asimismo, las mujeres de mayor instrucción son las que más llevan a sus hijos a las guarderías. Además, el 32% de los menores de tres años cuyas madres trabajan recibe cuidados de otras personas. Aunque no se distingue si esta atención es o no remunerada, Lourdes Pérez Ortiz, profesora de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid atribuye ese cuidado en parte a los abuelos. Otras estimaciones fijan en un 15% el porcentaje de cuidadores que no percibe nada.

Entre los 3 y los 12 años, la mayoría de los niños están escolarizados, pero el 12,2% recibe cuidados de otras personas. No en vano el 55% de los niños menores de 12 años tiene madres trabajadoras. Aunque en las familias de clase media y alta se suele tener ayuda remunerada, Lourdes Pérez piensa que el recurso a los abuelos está más extendido de lo que parece. Ya en 2003 al realizar un estudio estratégico sobre el tema comprobó que no solo se daba esta ayuda entre madres e hijas, sino que las suegras tenían una disposición similar. Descubrió asimismo que no siempre se recurría a la abuela por economía, sino por desconfiar de las guarderías. O en el caso de los nietos de 12 y 13 años, para evitar que estén solos, ya que la ESO los deja sin colegio por la tarde.

Existe así un reparto tácito entre las mujeres de la familia: las mayores atienden a los niños para que las jóvenes trabajen. Si no hubiera abuelas, muchas se pensarían aún más ser madres. En algunas familias pactan cierta retribución para los abuelos que complete sus pensiones. Pero en otras, los abuelos lo ponen todo: el 11% da de comer a sus nietos.

Hay asociaciones de abuelos que empiezan a rebelarse. De forma individual no se quejan, pero lo hace en su nombre Francisco Muñoz, presidente de la Asociación de Abuelas y Abuelos de España. "Tratamos de convencer a nuestros socios de que el abuelo ayuda solo cuando hace falta. No es un esclavo. Tiene su vida", afirma. "Se da mucho abuso", prosigue. Prueba de ello, argumenta, es que cuando los abuelos no viven en la misma ciudad, los padres se organizan de otro modo y no pasa nada. Asegura que incluso hay progenitores que aprovechando que sus hijos están con los abuelos se quedan más tiempo en la oficina.

Las abuelas de 75 años o más son las más afectadas por esta dedicación intensiva. Muchas están en edad de recibir cuidados en vez de prestarlos, y si no es por razones de fuerza mayor, deberían estar exentas de tales tareas.

Muñoz es consciente de que la relación con los nietos se ha modificado. "Al ser el abuelo el que los recoge en el colegio, algunos niños le cuentan a él lo que les pasa en vez de a sus padres. Las oportunidades de compartir actividades se multiplican y el abuelo no puede quedarse obsoleto. Por eso les animamos a estar al día y a familiarizarse con los videojuegos y con la consola. La Asociación que preside Muñoz imparte talleres tanto para enseñar a unos cómo se debe poner un pañal como para animar a otros a perder el miedo a la cibernética. Hay que estar en la onda. Algunos bancos patrocinan talleres dedicados a reciclar al abuelo. Abumar (abuelos y abuelas en marcha) es otra organización combativa que propone contribuir a educar a los nietos sin puentear a los padres. Y si estos se divorcian, reivindican mantener su trato habitual con los nietos tras la ruptura.

Tan asumido tienen los abuelos su nuevo papel que en Internet circula un texto humorístico en el que a través del contestador una voz dice: "Si son nuestros hijos: pulse 1 si necesitan canguro; 2, si hay que recoger al niño; 3, si se quedan a comer. Si son nuestros amigos: hablen".

21 MAR 07 | Complejas relaciones familiares
Abuelas esclavas
Abuelas que no pueden decir "No".

A. Guijarro Mor


El maltrato familiar a la mujer adulta no siempre procede de su pareja. A veces los miembros más queridos, hijas e hijos, paticipan, generalmente sin darse cuenta, en generar una ABUELA ESCLAVA. Una abuela esclava, eso sí, voluntaria, por amor familiar. Una abuela esclava que no sabe decir "no" a nada, que no quiere dejar de ayudar a sus hijos aunque en ello le vaya la vida, que no denuncia su situación sino que la niega, y que, además, se autoinculpa de todo.

La mejor forma de acabar con este síndrome es concienciando a la Sociedad, y sobretodo a unos hijos ciegos que creen que la fortaleza y aguante de sus voluntariosas madres son eternos. Por eso me atrevo a pedirle a USTED que participe activamente en este foro, aportando casos y datos que conozca al respecto. De esa manera contribuirá sin duda a solucionarlo.

Si usted no sabe aún lo que es una "abuela esclava" lea la siguiente descripción.

"El Síndrome de la Abuela Esclava" es una verdadera Pandemia del Siglo XXI (Dr. Antonio Guijarro Morales. Cardiólogo. Hospital Clínico Universitario "San Cecilio" de Granada), cuyo resumen es el siguiente:

Definición:

El Síndrome de la Abuela Esclava es una enfermedad muy frecuente, grave, potencialmente mortal, que afecta a mujeres adultas con responsabilidades directas de ama de casa, asumidas voluntariamente y con agrado durante muchos años, que se produce como consecuencia de la interacción de factores extrínseco e intrínseco.

El factor extrínseco es un desequilibrio, precipitante de la enfermedad. Estas señoras durante muchísimos años son abuelas felices y sanas, capaces de hacer ellas solas el trabajo de dos o más personas, con agrado y alegría. Pero el paso del tiempo no juega a su favor. Las obligaciones familiares aumentan exponencialmente conforme la familia crece, se multiplica y algunos de sus miembros enferman. La abuela no dice a nada que no, y acepta más y más cargas. Simultáneamente su fortaleza físico-psíquico-emocional se va deteriorando ineludiblemente sin que nadie se de cuenta. Llega un momento en que se produce un desequilibrio entre lo que esa señora puede hacer y lo que ella misma quiere hacer. Ella quisiera seguir haciendo, como siempre, todo lo que cree que la familia necesita que ella haga.

El factor intrínseco determina la predisposición a enfermar e impide curar apropiadamente. Por razones sicológicas y educacionales estas señoras poseen un extraordinario, excesivo por inadecuado, sentido del orden, la responsabilidad, la dignidad y el pudor, que les impide quejarse o pedir ayuda con suficiente expresividad. Son mujeres tan entregadas que no conocen lo que es reivindicar algo para sí mismas. Llegado el desequilibrio los hijos creen ver todavía fortaleza donde solo queda voluntad y ocultación del agotamiento.

Factores agravantes:

Algunos de los factores agravantes son:

- Realizar trabajos o actividades extra-hogareños sin liberarse de las obligaciones de ama de casa.

- Familia numerosa.

- Casas grandes, con muchas habitaciones y muebles que limpiar.

- Ancianos, niños o enfermos a su cargo.

- Hijos que, tras independizarse, vuelven al primitivo hogar, bajo los cuidados maternos, sobretodo si lo hacen trayendo pareja y/o hijos propios consigo.

- Enfermedades asociadas, o el natural envejecimiento, que limitan la capacidad física y emocional de la paciente.

- Ausencia o pérdida de ayudas domésticas: Se casa, enferma o jubila la antigua sirvienta, sin sustituirla por otra de igual eficacia o rendimiento. Se ausenta uno de los hijos que ayudaba en las tareas.

- Traumatismo emocional: Enfermedad grave o fallecimiento de un ser querido. Separación conyugal propia o de un hijo.

- Deterioro económico: Disminución del poder adquisitivo al sobrevenir la jubilación. Fracaso de negocios familiares. Pérdidas patrimoniales.

- Acumulación de obligaciones: Agregarse invitados. Atender a familiares que residan fuera del hogar (padres, tíos o hermanos enfermos). Mantener otras actividades o compromisos: religiosos, sociales, etc.

Perfil psicológico y social:

Las abuelas esclavas son mujeres adultas con responsabilidades directas de amas de casa, asumidas voluntariamente, y con agrado, durante muchos años.

Por razones educacionales y sicológicas tienen un extraordinario, a veces excesivo, sentido del orden, la responsabilidad, la dignidad y el pudor. En general de niñas les enseñaron muy poco pero las adiestraron extraordinariamente para sus futuras funciones de madre y ama de casa.

Son mujeres entregadas en cuerpo y alma a la familia. Durante años han asumido y realizado eficazmente un trabajo equivalente a la jornada laboral de dos o más personas, habituándose a hacer en un día las labores que normalmente precisarían dos o más jornadas. Si las circunstancias lo propician no dudarán en hacerse esclavas de su familia, por amor, por supuesto, por amor.

Con el paso del tiempo cada vez notan más el estrés familiar, hasta que llega a ser excesivo. Para ellas el estrés consiste fundamentalmente en el agobio o interna sobrepresión que se producen por tener la obligación, con responsabilidad directa, de cumplir simultáneamente varias tareas con eficacia, puntualidad y acierto.

Cuando llega el desequilibrio este tipo de abuelas se amargan porque saben que su incapacidad decepcionará de alguna forma a los seres queridos.

Comienzan a sentir la incomprensión de aquellos a quienes han entregado lo mejor de sí mismas durante los mejores años de sus vidas. Después comienzan las bromas, tomando a chanza los errores o los fallos de la abuela. Se aterran al vislumbrar que acabarán sufriendo el desamor, y quizás el desprecio, de aquellos seres que más quieren en este mundo, que a la vez son quienes más les están decepcionando.

Se auto inculpan. Sus hijos son así porque ella los ha educado de esa manera, para ahorrarles una vida tan sacrificada como la que ella llevó. Debería haber sido un poco menos blanda en su educación, quizás, pero ahora ¿qué se puede hacer?

Jamás se quejan con la debida elocuencia. Consideran humillante, incluso indigno, la petición vehemente de socorro. Prefieren un final adelantado para sus vidas antes que gritar, “escandalosamente”, pidiendo auxilio.

La abuela esclava puede pertenecer a cualquier clase social, si ejerce de ama de casa con responsabilidad directa asumida, y reúne las características psicológicas antedichas. A veces son mujeres sin nietos, pero con cargas familiares equivalentes. Muy excepcionalmente algunos varones asumen responsabilidades semejantes (jamás iguales), si conviven con mujeres impedidas.

Diagnóstico:

Debe sospecharse el Síndrome de la Abuela Esclava en mujeres adultas, no ancianas (más frecuente entre los 38-68 años de edad), con responsabilidades directas de amas de casa, que reúnan las características personales intrínsecas antedichas y presenten síntomas que no curan adecuadamente.

Si el médico no sospecha el excesivo estrés familiar, porque es ignorado y/o negado por la paciente y su familia, la enfermedad puede pasar desapercibida por varias razones:

1. Los hijos creen que su madre sigue teniendo la misma fortaleza "de toda la vida": el médico es quien debe poner el tratamiento certero para que vuelva a ser la fortísima mujer que siempre ha sido.

2. La abuela no quiere decepcionar a sus hijos, "que tanto la necesitan". No quiere aceptar su deterioro físico-psíquico-emocional, irremediable aunque su aspecto externo siga siendo saludable y bello. Ella puede saber mejor que nadie lo que ocurre, pero lo oculta a sus hijos, y se auto inculpa: ella es la que voluntariamente ha optado por llevar la carga familiar y educar a sus hijos para que disfruten de otras actividades que a ella le fueron negadas.

3. La abuela teme que, si los hijos reaccionan "del todo a la nada", le digan: "No te preocupes abuela, te quitamos toda esta carga tan pesada. Quédate tranquilita. No te molestaremos con los nietos hasta el año que viene". Para este tipo de abuela, la drástica separación del gratificante contacto con sus nietos, que son lo que más les importa en este mundo, es peor que morir.

Formas de presentación:

Las formas de presentación más comunes del Síndrome de la Abuela Esclava son:

1 - Hipertensión arterial de difícil control, con oscilaciones muy bruscas, aparentemente caprichosas.

2 – Molestias paroxísticas: sofocos, taquicardias, palpitaciones en el cuello o el tórax, dolores punzantes por el pecho, que cambian de un lado a otro, dificultad para respirar, mareos, hormigueos, desvanecimientos, angina pecho en reposo.

3 – Debilidad o decaimiento persistentes, un cansancio extremo desproporcionado respecto a sus actividades habituales actuales. En el pasado soportaron tareas mucho más agotadoras sin sentir atisbos de cansancio.

4 – Caídas fortuitas: las piernas no pueden sostener al cuerpo y la paciente cae al suelo, generalmente sin perder el conocimiento.

5 – Malestar general indefinido, disconfort. Casi nunca se sienten confortables, a gusto ni relajadas, sin saber definir exactamente por qué.

6 – Tristeza, desánimo, falta de motivación por las cosas. Ahora apenas les divierten las gracias y arrumacos de sus nietos; incluso les disgusta la mera presencia de los niños, anhelando que sus respectivas madres se hagan cargo de ellos cuanto antes.

7 – Descontrol de padecimientos metabólicos, como la diabetes. Alternan unas elevaciones alarmantes de las glucemias con descensos bruscos peligrosos, provocando mareos e incluso coma. Las respuestas a los tratamientos son anómalas e irregulares.

8 – Autoinculpación. Se sienten culpables de su incapacidad actual.

Evolución y pronóstico:

Si no se diagnostican acertadamente, suprimiendo el factor extrínseco precipitante (excesivo estrés familiar actual) las abuelas esclavas sufrirán molestias crónicas durante años, recorriendo numerosas consultas médicas, servicios de urgencias y departamentos hospitalarios sin conseguir un alivio duradero o razonable a pesar de ensayar numerosas y variadas terapias.

La paciente puede ser catalogada con todos los diagnósticos compatibles con sus múltiples manifestaciones: hipertensión arterial, diabetes, angina de pecho, taquicardia paroxística, arritmias de diferentes tipos, hemicránea, ansiedad, depresión, neurosis, polimialgia, artrosis, etc.

Los ingresos hospitalarios y las temporadas que las pacientes pasan fuera de sus domicilios habituales, liberadas de las cargas cotidianas, determinan mejorías espectaculares. El retorno al medio y las responsabilidades habituales provoca recaídas y agravación progresiva.

El síndrome hace crisis cuando la esclava no puede aguantar más el estrés al que se siente crónica e irremediablemente sometida. Al llegar a ese punto la esclava pide ayuda de diversas formas, pero desafortunadamente sin la suficiente expresividad para transmitir a los familiares la intensa amargura y desesperación que la embargan.

La abuela esclava que decide liberarse mediante suicidio lo hace pensando que van a descansar tanto ella como sus familiares. Cree que, con su desaparición, la familia quedará liberada definitivamente de la pesada carga que ella misma, la abuela, supone. En el momento crítico puede optar por el suicidio activo (lanzarse al vacío) o pasivo (suprimir o tomar inadecuadamente los medicamentos y regímenes).

Si alguno de los familiares intuye la auténtica entidad del problema, y acierta a coordinar a los demás miembros de la familia para, entre todos, liberar a la abuela de cargas y responsabilidades excesivas, el pronóstico es excelente, salvo que existan enfermedades asociadas.

Tratamiento:

El Síndrome de la Abuela Esclava no tiene un tratamiento médico. Su curación está en manos de sus familiares más íntimos, si toman conciencia del desequilibrio en que la abuela se encuentra cuando cae enferma.

La curación o liberación definitiva se consigue adecuando los cometidos asignados a la abuela a su fortaleza física y emocional actuales. Las cargas excesivas deben distribuirse equitativamente entre los miembros del grupo familiar, evitando que las "cadenas" de la abuela recaigan sobre una sola persona que "herede" la esclavitud. Si la familia no pudiera asumir esas funciones debería instarse a los Servicios Sociales de la Comunidad para que colaboren en la solución del problema.

A las abuelas se les debe liberar de aquellas funciones que le provocan excesivo estrés, sobretodo de dos grupos de tareas:

1 - Las que suponen responsabilidad directa, especialmente la relacionada con la seguridad personal de los nietos: accidentes, problemática educacional o sexual, etc. La abuela tiembla al pensar que algo malo les ocurriese a los nietos estando bajo su tutela. Otras personas adultas más jóvenes deben asumir esa responsabilidad, explícitamente.

2 - Todas aquellas tareas que deben ser realizadas en plazo fijo, con puntualidad y acierto. La abuela no debe ser ya la "jefa de cocina" (responsable de cumplir horarios y gustos de los comensales) sino consejera y ayudante.
Pero la abuela no debe ser marginada de la familia. Jamás debe "amenazársele" con suspender radicalmente las visitas de los nietos, pretendiendo aliviarla de sus molestias. Sus principales función y satisfacción radican en el contacto gratificante con los miembros más jóvenes de la familia. La abuela es una inagotable e insustituible fuente de afecto, que redunda muy favorablemente en el equilibrado desarrollo emocional de los nietos y en el sostenimiento perdurable del propio edificio familiar.

Bibliografía

A. Guijarro Morales. El Síndrome de la Abuela Esclava. Pandemia del Siglo XXI. Grupo Editorial Universitario. Granada, octubre 2001.
A. Guijarro Morales. El Síndrome de la Abuela Esclava (Pandemia del Siglo XXI). Investig Clin (Granada) 2001;4(4):407-410.
Páginas del autor relacionadas con el tema, en Internet:
http://personales.jet.es./aguijarro/auxx
http://web.jet.es/aguijarro/abuela
http://web.jet.es/aguijarro/abuela/algunas.html
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15 SEP 10 | La perspectiva evolucionista
¿Para qué sirven las abuelas?
Quizá sólo para contarnos cuentos y malcriarnos.

El Mundo, España

Uno de los misterios de la evolución es porqué el hombre vive tanto tiempo. La mayoría de animales tiene una esperanza de vida muy relacionada con su capacidad de reproducirse y es poco habitual que los cachorros lleguen a conocer a sus abuelos. En los humanos no es así. Aún cuando tenemos en cuenta que la esperanza de vida era la mitad de la actual hasta bien entrado el siglo XX, en nuestra especie no ha sido nunca raro que convivieran tres generaciones.

Desde un punto de vista utilitarista, esto es poco práctico. Hay que pensar en el bien comunitario: tener individuos que consumen recursos pero no producen nada es un contratiempo que la evolución tendría que haberse encargado de eliminar para favorecer nuestra supervivencia. Pero la evolución no es tonta: si no lo ha hecho es que para algo importante sirven los viejos.

¿Cómo encajan pues en el gran esquema de la Humanidad?

Antes de seguir filosofando sobre de dónde venimos y a dónde vamos convendría hacer un repaso rápido al concepto de selección natural, gracias a la cual somos lo que somos. Simplificándolo en una sola frase: cualquier característica que nos ha permitido reproducirnos más y mejor se ha quedado en nuestro genoma y pasado a la siguiente generación. No hay (casi) nada fortuito: todos los seres vivos en este planeta somos simplemente máquinas de sobrevivir (a nivel individual y de especie) exquisitamente perfeccionadas por el paso de los milenios. A la Naturaleza no le importa mucho qué nos pasa una vez ya no somos capaces de tener hijos, por eso la vejez es un gasto innecesario que se evita a toda costa. Excepto en nuestro caso.

Ya en los años sesenta se propuso la llamada “hipótesis de la abuela” para resolver este enigma, según la cual las abuelas han sido necesarias porqué han contribuido de forma importante a la supervivencia de sus nietos. Las abuelas prehistóricas se habrían ocupado de las crías de la tribu, dejando así tiempo a las madres para hacer cosas más útiles (si lo pensamos un poco no difiere tanto del modelo actual, guarderías aparte). De esta manera, la selección natural habría favorecido los genes de las mujeres que duraban más allá de la menopausia, ya que éstas hubieran tenido más descendientes y más sanos. (El caso de los abuelos no es tan complicado de explicar: los hombres podemos engendrar durante muchas más décadas, por eso no se cuestiona tanto nuestra utilidad.) Esta hipótesis se popularizó a lo largo de las últimas décadas del siglo XX, apoyada por algunas observaciones de campo en animales y tribus primitivas, y estaba en general bastante aceptada.

Hasta ahora. Se acaba de publicar un estudio que ha usado complejos modelos matemáticos para dirimir si realmente esta idea de la superabuela protectora tiene lógica. Y el veredicto es que no tanto como nos creíamos. Según las computadoras, que han simulado el paso de varios centenares de generaciones en poblaciones virtuales con y sin abuelas, disponer del soporte de las abuelas permitiría a las mujeres del grupo tener más hijos, pero no incrementaría la longevidad de la especie como se creía. O sea, que la idea la abuela-niñera no parece una excusa suficientemente solvente para que la evolución tolere y hasta favorezca la vejez.

Entonces, ¿para qué sirven las abuelas? Quizá sólo para contarnos cuentos y malcriarnos, que a nivel de especie a lo mejor no nos habrá hecho más longevos pero sí más felices.
30 JUN 07 | Vida cotidiana
Cuidar a los nietos con placer mejora la salud de los abuelos
Lo afirma un estudio realizado en más de 12.000 personas de entre 50 y 80 años. Se observó que los hombres a cargo del cuidado de sus nietos se mueven más y que las mujeres refuerzan su autoestima.

Clarín.com

Pilar Ferreyra

Doña Delia tiene 82 años y 18 nietos pero todavía recuerda con cariño anécdotas vividas con su abuelo paterno. El que todos los veranos alquilaba un taxi para adelantar un día las vacaciones de sus cuatro amadísimos nietos impecablemente vestidos en linón de hilo, puntillas y zapatos blancos para corretear entre los espinillos cordobeses. Apenas arrancaba el auto promovía la libertad: "Sáquense los zapatos y asomen los pies por las ventanas".

Para muchos abuelos, la llegada de los nietos es un aporte de vitalidad, alegría y dinamismo. Como dirían los especialistas, un estímulo cognitivo, psíquico y emocional. Así lo prueba el estudio estadounidense Todo en familia: El impacto de cuidar a los nietos para la salud de los abuelos de reciente publicación. La investigación tomó a 12.872 personas de entre 50 y 80 años para saber cómo influye el cuidado de los nietos en su salud.

"En las auto evaluaciones, las abuelas respondieron que su salud mejora cuando ejercen esas tareas y los abuelos señalaron que cuando están con sus nietos hacen más ejercicio, se mueven más", le contó a Clarín la socióloga Linda Waite, directora del Centro de Envejecimiento de la Universidad de Chicago y una de las autoras del estudio.

Aquí no hay un estudio cuantitativo que explique los beneficios de esta relación, pero los especialistas coinciden en que si los abuelos tienen buena salud física y mental, deciden ese cuidado con libertad (no por obligación) y disponen de tiempo para hacerlo, la experiencia es positiva.

"Todo depende de las posibilidades económicas e intelectuales y de la salud física y psicológica. Ningún abuelo con deterioro cognitivo puede hacerse cargo si requiere ayuda para su propio cuidado", enfatiza la socióloga Liliana Gastrón, directora del doctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Nacional de Luján. (Ver No más...).

Una de las quejas más frecuentes de los mayores es el vacío que sienten cuando se jubilan y los hijos se van de casa. "Debido a esa pérdida de roles (que les produce una sensación de inutilidad e infelicidad), conviene que se mantengan ocupadas y que sustituyan las tareas que ya no pueden hacer", indicó la psicóloga Nélida Rodríguez Feijoó, investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Psicología Matemática y Experimental (CIIPME), del Conicet.

Para la psicóloga y presidenta de la Asociación Interdisciplinaria en Gerontología, Mercedes Labiano, la salud de las abuelas mejora cuando cuidan de sus nietos siempre y cuando eso les guste y no lo vivan como una carga. "Eso puede ocurrir si se les exige demasiado tiempo o si deben dejar otras actividades".

En el mismo sentido, la psicóloga Emma Marazza, docente e investigadora de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Tucumán advierte que en la medida en que los abuelos no convivan bajo el mismo techo, la relación con los chicos les aporta beneficios. "Cada uno -abuelo y abuela-, tiene actividades y placeres diversos según los roles asignados por la cultura: la abuela se hace cargo de lo maternal (cocina, ropa, higiene) y el abuelo suele encargarse de los paseos, compras, deportes. Pero no hay divisiones estrictas por género, sobre todo considerando que ahora los dos tienen actividades laborales y comparten las domésticas".

Apelando al sentido común, los expertos manifiestan que la edad no es un parámetro rígido. Puede darse que un abuelo de 70 años se sienta mejor física, psíquica y espiritualmente que otro de 50. Las personas envejecen de muy distinta manera. No obstante, el investigador en psicogerontología de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Enrique Lombardo, observa que "con la pérdida de agilidad aumenta el riesgo de sufrir accidentes" y que no sólo se deben tomar en cuenta las posibles limitaciones físicas sino también aspectos anímicos y motivacionales. "El primer criterio que tendrían que seguir los padres es no transformar el rol de abuela en el de niñera. La abuela puede ser lo que llamamos un cuidador informal pero no uno formal. Esto, incluso, debiera ser tomado en cuenta por las abuelas", concluye.

"Yo les doy libertad, los padres ponen límites"

Beatriz Suárez, con Santiago y Mateo

"Yo creo que cuidar a mis nietos debe influir en mi vitalidad. A veces no puedo creer la actividad física que hago para la edad que tengo. Pero a mí me gusta cuando jugamos en el piso. Cuando gateamos los tres. Ellos corren atrás mío, yo corro atrás de ellos". Beatriz Suárez (56) parece estar jugando con Santiago (4) y Mateo (1) -sus dos nietos- cuando narra qué es lo que más le gusta hacer con ellos. Los tres rubios, los tres de ojos claros. Santiago: un conversador único.

-"¡Dale, Santiago, dale un juguete a Mateo", pide la abuela.

-"¡Este!.... ¡¡Este no porque lo aplasta así!! (cierra su mano tamaño minúsculo). ¡No, éste no Mateo porque me lo rompés!", dice Santi que parece salido de un cuento infantil moderno. De esos de Emma Wolf o Graciela Montes. No le falta nada. Tiene chispa, onda, palabras y además, la hace reír mucho a la abuela.

"Una mamá es diferente que una abuela. No le dedicás todo el tiempo como los padres, ni tenés que castigarlos y ponerles límites. Una abuela da libertad y los padres están para poner límites. Claro que si estás muchas horas con ellos las limitaciones llegan solas", dice Beatriz.


Beatriz y su esposo, Ricardo (56), no viven con Ricardo (28) y Celeste (27), los padres de los nenes. Pero todos los lunes, miércoles y jueves ella retira a Mateo del jardín maternal al mediodía. Y poco antes de las seis, a Santiago. Los tres se van a lo de los abuelos a jugar hasta que la luna motea el cielo. "Estar con mis nietos me reconforta el espíritu. A veces me canso pero no dejaría de hacerlo por nada en el mundo", dice Beatriz. "El día en que no los veo, los extraño"


Antonio Lattanzio, con Juan Cruz y Lisandro

"Lo que me pasa con mis nietos es indescriptible. El día en que no los veo los extraño". De este modo caracteriza Antonio (Tony) Lattanzio (52) la forma en que sus nietos le llegan al corazón: ¡de un flechazo!

Vive en Hurlingham con Patricia Moya (49), con quien se casó hace treinta años. Religiosamente, todos los martes y miércoles a las 12.30 pasan a buscar a Juan Cruz Gusso (6) y Lisandro (2), sus dos nietos, a la salida de la escuela. "En el auto vamos cantando alguna canción futbolera porque el más grande es un loco de la pelota", dice.

¿Qué rol debieran cumplir los abuelos?

"Los abuelos están para mimar a los nietos, malcriarlos y consentirlos. No sabía que ser abuelo era algo tan especial. Yo me tiro al suelo, juego con ellos a la pelota, corremos, andamos en bicicleta. Lo llevo a Juan Cruz a la plaza. No me lleva él a mí, ¿se entiende?", así grafica la juventud que le devuelve el milagroso encuentro. Pero no les pidan que cabeceen

Eliana Galarza
egalarza@clarin.com

Como en cualquier rol que se ejerce en la vida, lo bueno es asumirlo sin presiones. Si de hijo fastidiaban las exigencias, y de padre asustaban las responsabilidades, por qué de abuelo no existirían puntos de conflicto. ¿Dónde está escrito que todos los abuelos tienen que morirse de ganas por cuidar a sus nietos? Cuando lo quieren hacer es bueno para ellos y para los nenes. Pero si no pueden, mejor dejarlos tranquilos. Proyecto Abuela

"La inclusión de las abuelas puede ayudar al éxito de programas de nutrición, salud y desarrollo comunitario", dice un documento de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, según su sigla en inglés). Con la ayuda de la ONG Proyecto Abuela, intenta cumplir con ese objetivo.

No más de cuatro horas diarias

Pocas veces como en esta investigación sobre los beneficios que representan para los abuelos y abuelas el cuidado de los nietos, los especialistas consultados enumeraron una lista -también muy larga- de limitaciones que debieran considerarse.

Una de las primeras advertencias es que no se puede obligar a los abuelos a cuidar de sus nietos por el solo hecho de que son sus abuelos. Deben tener la libertad de elegir si quieren hacerse cargo de cuidarlos o no.

Además, en el caso de las mujeres, no se las debiera presionar a sentir un deseo gigantesco por disfrutar de sus nietos. "Es muy común escuchar a mujeres que son abuelas que, cuando no pueden o no desean cuidarlos por alguna razón, se sienten cuestionadas. Debido a su condición de género, los otros las naturalizan en esa función y si no cumplen, las critican", analizó Irene Fridman, co-directora del Programa de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires.

No es posible obligar a nadie y menos a un abuelo o una abuela -que puede estar cansado y sentirse vulnerable física y mentalmente- a que ejerza su rol. Aunque existen casos de ancianos pobres que dejan de comprar sus medicamentos para alimentar a sus nietos. Un acto de amor no debiera estar acompañado de un costo tan alto.

La edad es otro factor que pesa. Para el médico geriatra Félix Eduardo Nallim, presidente de la Asociación Gerontológica Argentina, "los abuelos y abuelas de 50 a 70 años suelen tener suficiente energía para relacionarse activamente con sus nietos". Claro que todo depende de su estado físico y psicológico. "A mayor edad (70 a 80 y más), las exigencias deben disminuir, sobre todo aquellas que signifiquen un riesgo físico (hacer upa mucho tiempo), o que puedan afectar el aparato locomotor de los mayores".

Otra variable a tener en cuenta es la cantidad de tiempo que les pueden dedicar. Y aunque ése es un tema que no puede establecerse con rigidez porque depende de cada caso particular, el geriatra Nallim aconseja un período no mayor de cuatro horas diarias. O la misma carga horaria pero día por medio. "Lo ideal, tanto para ellos como para los nietos, es compartir con los abuelos maternos y paternos el cuidado de los chicos, para no agotar ni el físico ni la paciencia y evitar que la "tarea" se transforme en una carga y no se viva como un acto gratificante", aconseja Nallim.


Cuidar no es lo mismo que criar

Margarita Murgieri Geróntologa de la SAGyG (*)

El cuidado de los nietos por sus abuelos durante algunas horas al día es beneficioso si la decisión de hacerlo es libre. En ese cuidado el anciano puede plasmar su necesidad de trascendencia en los otros. Pero esa tarea deseada, electiva y a tiempo parcial, no es la misma cuando se intercambian los roles de padre o madre. Eso podría ocasionarles agotamiento o estrés crónico. Cuidar no es igual a "criar". Al ser sometidos a esa presión se coarta su espacio personal, tiempo de ocio, intimidad, posibilidades de desarrollo y crecimiento.

Existen además situaciones complejas con familias monoparentales, padres separados o niños abandonados donde el desequilibrio del sistema familiar requiere un arduo trabajo psico-social. En todos los casos se debe fomentar la solidaridad intergeneracional que permita un intercambio mutuo y equilibrado de ayuda. De los hijos a los padres y viceversa.

(*) Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría

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