Claves para evitar accidentes en el agua

Noticias de Ciencia/Salud: Domingo 13 de diciembre de 2009 Publicado en edición impresa
Para disfrutar sin riesgo de las piletas y los deportes acuáticos
Pediatras elaboraron un documento para prevenir el ahogamiento, que es la segunda causa de muerte en menores de 15 años
Fabiola Czubaj
LA NACION
El calor ya invita a zambullirse en la pileta o a preparar el kayak o la moto acuática para disfrutar del río o del mar. Por eso es muy oportuno tomar algunas precauciones con los chicos y los adolescentes para evitar los accidentes.
Pero ¿cuál es el mejor chaleco salvavidas? ¿Hay que usar casco para andar en moto de agua? ¿Sirve la matronatación para aprender a nadar? ¿Cuándo se considera segura una pileta? ¿Conviene zambullirse en un espejo de agua? ¿Cuándo es seguro llevar un bebe a bordo?
Las respuestas, elaboradas por un grupo de pediatras especializados en prevención de accidentes, ayudan a evitar el ahogamiento, la segunda causa de muerte en los menores de 15 años. "La «noción del peligro», que es un conjunto de percepciones y aprendizajes que resguardan la integridad física, se adquiere a alrededor de los 4 años", precisan los autores del Consenso Nacional de Prevención del Ahogamiento de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP).
Esa es la mejor edad para empezar con las clases de natación, que suelen ser más efectivas cuando están a cargo de un profesor y no de un familiar. El contacto previo con el agua, como ocurre con la matronatación, "sirve para que el chico tome confianza con el agua y que aprenda a disfrutar y a respetar el agua, pero no para que aprenda a nadar ni a mantenerse a flote; además, puede generar en los padres una falsa sensación de seguridad. Con la primera bocanada de agua que traga un chico, ya no puede gritar ni pedir ayuda", explicó el doctor Carlos Nasta, presidente de la Subcomisión de Prevención de Accidentes de la SAP y redactor del documento.
Junto con él, 38 pediatras revisaron todas las normas nacionales e internacionales para prevenir los factores de riesgo asociados con las actividades en el agua de chicos y de adolescentes. El trabajo reveló una gran desorganización de esas normas. "Existe una gran desinformación y una gran dispersión de la información, que también es ambigua, contradictoria o deformada. Esto es apenas un puntapié fundacional a un documento serio y ordenado."
El chaleco, incluido para los menores de 4 años, se debe comprar según el peso y no la edad de los chicos. Debe mantenerlos a flote, con la cabeza fuera del agua; tener una abertura en el frente, con tres broches de seguridad como mínimo y una correa no extensible, que una la parte delantera y trasera por la ingle con un broche.
Los expertos desaconsejan el uso de brazaletes inflables, colchonetas, cámaras de automóvil o los salvavidas anulares clásicos de las embarcaciones porque "no ofrecen ninguna garantía", ni siquiera en una pileta segura.
En los arroyos, los ríos, las lagunas o el mar, la turbidez, los pozos de agua y la contracorriente actúan como "trampas" para los chicos, ya que facilitan el desplazamiento del cuerpo al sumergirse e impiden reconocer rápidamente signos de agotamiento. Para ingresar en un espejo de aguas oscuras, recién a partir de los 8 o 10 años, un chico debe hacerlo caminado lentamente y de la mano de un adulto. La primera inmersión es conveniente hacerla con zapatillas livianas para evitar lesiones.

Edades adecuadas para navegar
El consenso recomienda no llevar a pequeños de hasta 2 años a bordo de embarcaciones de remo (kayaks, canoas, piraguas o botes), con motor fuera de borda (gomones, motos de agua o lanchas pescadoras) o con velas. A partir de los 2 años, pueden hacerlo, pero con chaleco y junto con un adulto que sepa nadar.
El uso del optimist está permitido a partir de los 8 años, con vigilancia; el kayak y la piragua, desde los 10 años con curso de entrenamiento y chaleco; las motos de agua, a partir de los 16 años, a baja velocidad y con el chaleco puesto. "El uso del casco es polémico -se lee en el documento, que se puede conseguir en la SAP-. Sus ventajas ante un vuelco en el agua son obvias. Su desventaja sería la sofocación por la correa de seguridad y el ahogamiento al llenarse de agua."
Siempre, los expertos recomiendan que el responsable de supervisar las actividades en el agua no se distraiga, tenga visión directa de los chicos y conozca las maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP), que evitan la muerte inminente.

CHICOS ROCIADOS CON PESTICIDAS TRABAJAN COMO BANDERAS HUMANAS.

Quien sabe que se comete un crimen y no lo denuncia es un cómplice

José Martí

El 'mosquito' es una máquina que vuela bajo y 'riega' una nube de plaguicida.

'A veces me agarra dolor de cabeza en el medio del campo. Yo siempre llevo remera con cuello alto para taparme la cara y la cabeza'.
Gentileza de Arturo Avellaneda arturavellaneda@ msn.com


LOS NIÑOS FUMIGADOS DE LA SOJA

Argentina / Norte de la provincia de Santa Fe

Diario La Capital

Las Petacas, Santa Fe, 29 septiembre 2006

El viejo territorio de La Forestal, la empresa inglesa que arrasó con el quebracho colorado, embolsó millones de libras esterlinas en ganancias, convirtió bosques en desiertos, abandonó decenas de pueblos en el agujero negro de la desocupación y gozó de la complicidad de administraciones nacionales, provinciales y regionales durante más de ochenta años.
Las Petacas se llama el exacto escenario del segundo estado argentino donde los pibes son usados como señales para fumigar.
Chicos que serán rociados con herbicidas y pesticidas mientras trabajan como postes, como banderas humanas y luego serán reemplazados por otros.
'Primero se comienza a fumigar en las esquinas, lo que se llama 'esquinero'.
Después, hay que contar 24 pasos hacia un costado desde el último lugar donde pasó el 'mosquito', desde el punto del medio de la máquina y pararse allí', dice uno de los pibes entre los catorce y dieciséis años de edad.
El 'mosquito' es una máquina que vuela bajo y 'riega' una nube de plaguicida.
Para que el conductor sepa dónde tiene que fumigar, los productores agropecuarios de la zona encontraron una solución económica: chicos de menos de 16 años, se paran con una bandera en el sitio a fumigar..
Los rocían con 'Randap' y a veces '2-4 D' (herbicidas usados sobre todo para cultivar soja). También tiran insecticidas y mata yuyos.
Tienen un olor fuertísimo.

'A veces también ayudamos a cargar el tanque. Cuando hay viento en contra nos da la nube y nos moja toda la cara', describe el niño señal, el pibe que será contaminado, el número que apenas alguien tendrá en cuenta para un módico presupuesto de inversiones en el norte santafesino.
No hay protección de ningún tipo.
Y cuando señalan el campo para que pase el mosquito cobran entre veinte y veinticinco centavos la hectárea y cincuenta centavos cuando el plaguicida se esparce desde un tractor que 'va más lerdo', dice uno de los chicos.
'Con el 'mosquito' hacen 100 o 150 hectáreas por día. Se trabaja con dos banderilleros, uno para la ida y otro para la vuelta. Trabajamos desde que sale el sol hasta la nochecita. A veces nos dan de comer ahí y otras nos traen a casa, depende del productor', agregan los entrevistados.
Uno de los chicos dice que sabe que esos líquidos le puede hacer mal: 'Que tengamos cáncer', ejemplifica. 'Hace tres o cuatro años que trabajamos en esto. En los tiempos de calor hay que aguantárselo al rayo del sol y encima el olor de ese líquido te revienta la cabeza.
A veces me agarra dolor de cabeza en el medio del campo. Yo siempre llevo remera con cuello alto para taparme la cara y la cabeza', dicen las voces de los pibes envenenados.
-Nos buscan dos productores.
Cada uno tiene su gente, pero algunos no porque usan banderillero satelital.
Hacemos un descanso al mediodía y caminamos 200 hectáreas por día.
No nos cansamos mucho porque estamos acostumbrados.
A mí me dolía la cabeza y temblaba todo. Fui al médico y me dijo que era por el trabajo que hacía, que estaba enfermo por eso', remarcan los niños.
El padre de los pibes ya no puede acompañar a sus hijos. No soporta más las hinchazones del estómago, contó. 'No tenemos otra opción. Necesitamos hacer cualquier trabajo', dice el papá cuando intenta explicar por qué sus hijos se exponen a semejante asesinato en etapas.
La Agrupación de Vecinos Autoconvocados de Las Petacas y la Fundación para la Defensa del Ambiente habían emplazado al presidente comunal Miguel Ángel Battistelli para que elabore un programa de erradicación de actividades contaminantes relacionadas con las explotaciones agropecuarias y el uso de agroquímicos.
No hubo avances.
Los pibes siguen de banderas.
Es en Las Petacas, norte profundo santafesino, donde todavía siguen vivas las garras de los continuadores de La Forestal.
Fuente: Diario La Capital, Rosario, Argentina

lunes, 31 de enero de 2011

La familia y la felicidad personal, lo más importante para la "generación global"

Tienen entre 10 y 24 años, y se criaron en un mundo interconectado; qué piensan, qué valoran y cómo imaginan el futuro
Lunes 31 de enero de 2011 | 09:46 (actualizado a las 16:08)


Por José Di Bártolo
De la redacción de lanacion.com
jdibartolo@lanacion.com.ar
Twitter: @josedibar


Se trata de los integrantes de la primera generación global de la historia. Son aquellos adolescentes y jóvenes argentinos que hoy tienen entre 10 y 24 años, y que son considerados de tal manera por tener la posibilidad de conectarse con todo el mundo a través de Internet. Un hijo, un hermano, un primo, un sobrino, un nieto, un amigo, por lo general, todos conocemos a alguien que esté dentro de esta franja de edades. ¿Qué es lo que realmente les importa?





Diversos estudios realizados por la consultora TNS y la Universidad de Palermo reflejan los rasgos que identifican de forma general a este franja etaria. Los cinco que más se destacan son: la pertenencia familiar, la búsqueda de la felicidad, la necesidad de ser autónomos, el rechazo por la política y sus hábitos culturales.

A pesar de lo mucho que se suele resaltar en la actualidad que la familia no significa lo mismo que décadas atrás, para la nueva generación es la institución más valorada con altos niveles de satisfacción, según los datos obtenidos. Un 99% de los encuestados asegura que es importante para la vida cotidiana.

Otro factor que se resalta sobre la media de las respuestas es la valoración por la autonomía individual. "Esto tiene que ver con la crianza de los chicos y como esta va evolucionando. Hoy todo pasa por lo que ellos deciden. Es un fenómeno que cada vez va tomando mayor preponderancia", aseguró a lanacion.com Gabriel Foglia, decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Palermo. Más del 90% de los consultados en los estudios responden afirmativamente a la frase: "Procuro ser yo mismo más que seguir a los demás" y un 84% a: "Decido por mí mismo los objetivos para mi vida".

Nueve de cada diez de ellos se ven a sí mismos como personas felices, observa el estudio y añade el alto grado de optimismo que tienen en diferentes áreas. "La mayoría piensa que, por ejemplo, los años venideros serán mejores que los anteriores", confió Constanza Cilley, directora de TNS. "Es una generación muy marcada por la crisis de 2001 y su concepción del corto, mediano y largo plazo es muy distinta a otras. Hoy se busca el resultado al instante", aseguró por su parte Foglia.

Apolíticos. A pesar de todas las nuevas manifestaciones de la participación de los jóvenes en la política, el interés que tiene esta generación es escaso. Según el informe, un 83% de los encuestados dice interesarle poco o nada. También un 87% asegura que no le atañe ningún partido o agrupación y la misma cantidad no se siente identificado por ningún líder político.


Hábitos culturales. ¿Qué hacen hoy los jóvenes argentinos en su tiempo libre? El informe revela que las actividades más populares que llevan adelante los integrantes de la "generación global" son: mirar televisión (96%), escuchar música (88%), escuchar radio (67%), usar Internet (39%) y hacer deportes (27%). Mientras las que generan menos atracción son ir al cine (2%), visitar exposiciones o museos (1%) y asistir a teatros (1%).

Para ésta generación, la televisión argentina es, en general, muy buena para el 55% de los encuestados, mientras que es regular para el 31% y muy mala para el 13%. El género preferido con el 39% son las telenovelas seguidos por los programas de entretenimiento o juegos con un 31% y deportes con 29%.

El uso de Internet se posiciona levemente sobre la preferencia de hacer deportes para los más jóvenes. Un 68% asegura utiliza la red para chatear, mientras que un 34% lo hace para realizar tareas del colegio o la facultad y un 33% para mirar videos.

Cómo se realizó la encuesta. Los estudios realizados por la Universidad de Palermo y TNS Gallup fueron llevados a cabos entre 2008 y 2010. Sobre un total de casi 900 casos de una población de 10 a 24 años en todo el país, en base a entrevistas personales domiciliarias. Estos son los principales resultados de los informes producidos:

- Lo que a ellos les importa
- Los adolescentes y la política
- Los adolescentes y los hábitos culturales
- Los jóvenes argentinos y su futuro económico
- La tecnología según los jóvenes argentinos
- Las empresas según los jóvenes argentinos

Una nota que se inició con un post. Sub25 es un blog de lanacion.com que habla sobre personajes, estilos y tendencias de una generación particular. Leyendo los comentarios de los lectores en diferentes artículos del espacio se realizó un post indagando acerca de los temas que más importan a los jóvenes argentinos. En el mismo resaltan como más trascendente el no ver cambios en el país en relación a los problemas que tienen, seguido a faltas de oportunidades laborales y a la imposibilidad de irse a vivir sólo o con la pareja.

En su gran mayoría, la respuesta de los lectores al post propuesto y a otros que se encuentran en el blog, va en la dirección de las problemáticas propias de la generación: trabajo, vivienda particular, falta de oportunidades, no poder seguir estudiando, además de las clásicas pertenencias a diferentes segmentos de la sociedad (tribus urbanas).

Una generación verde
No señor, no señora, no sea mal pensado Borre rápidamente lo primero que se le vino a cabeza al leer el título de este post porque vamos por otro lado…

“Los cinco temas que más le importan a la nueva generación“, así se llama un artículo que habla básicamente sobre eso: gustos y rechazos de los adolescentes y jóvenes argentinos. En breves líneas es una nota que empezó con un post del blog y que luego, tras una serie de informes que me facilitaron la gente de la consultora TNS y la Universidad de Palermo, tuvo su sustento académico y metodológico.

Pero uno de los temas que no entraron en la lista propuesta en el artículo, es que la generación que va de los 10 a los 24 años, es “verde”. ¿Verde? Sí, verde.

Dice textual el estudio: “La nueva generación tiene un marcado color verde. En este sentido, resulta interesante destacar que obtiene más apoyo la idea de ser un “referente del medioambiente” – 56% – que un “líder en la comunidad” (32%). La protección medioambiental es marcadamente relevante entre los más chicos (llega al 68% entre los 10-13 años) y también crece entre las mujeres (60% contra 51% de los hombres). La onda verde está menos presente en el público de la Capital Federal (37% contra más de 50% en el GBA y el Interior del país)”.

Y si nos ponemos a pensar, es verdad, todos los temas con el cuidado del medio ambiente y la sustentabilidad del mismo se han puesto muy de moda en los últimos años y vienen de la mano de cambios radicales, como el tecnológico.

El cuidado del medio ambiente, y sus variantes, hacen de esta nueva generación algo distintivo con las otras, tal vez, porque a nivel global no había conocimiento cierto de los problemas que acarreaba el mundo.

¿Qué pensás de la generación verde? ¿Vos también haces algo por
el medio ambiente? Dejá tu opinión

Actividad física y depresión en los adolescentes

Existe una asociación inversa entre el tiempo dedicado a la actividad física y los síntomas de depresión en los adolescentes.

La relación entre la actividad física y la depresión en la población adolescente es un tópico muy poco estudiado y no hay evidencia aportada por estudios longitudinales. La doctora Catherine Rothon y su equipo de colaboradores investigaron este tema obteniendo los datos del estudio epidemiológico REACHS (Research with East London Adolescents: Community Health Survey). Seleccionaron participantes entre 11 y 14 años de 28 escuelas, pertenecientes a tres municipios de clase social baja del este de Londres: El estudio comenzó en 2001 y el seguimiento fue hasta 2003. Del total de 3.322 participantes, el 84% (n = 2789) respondió la encuesta, el 75% (n = 2093) contestó nuevamente en 2003. La muestra de población era multirracial, el 26% eran de raza blanca, el 51% de sexo femenino.

Métodos
Un equipo de investigadores administró el cuestionario que los mismos participantes contestaron en las aulas escolares en sesiones de 40 a 50 minutos. También se tomaron parámetros físicos y se controló que no sufrieran estrés durante estas pruebas. Se evaluó la presencia de depresión con el SMF-Q (Short Moods and Feelings Questionnaire) que incluye 13 ítems relacionados con las emociones y conductas en las dos semanas previas. Una puntuación ≥ 8 indica depresión: en la validación con la Diagnostic Interview Schedule for Children-Depressive Scale este umbral tiene un valor predictivo positivo de 80% y negativo del 68%. Las preguntas sobre actividad física se tomaron de la encuesta Health Education Authoritybasada en los niveles recomendados para la edad. Se incluyó como variable el número de horas semanales de actividad realizada fuera de la escuela hasta transpirar o agitarse y las respuestas fueron ninguna = 0 hora; ½ a 1 hora = 0,5 h; alrededor de 1 hora = 1 h; 2 a 3 hs = 2,5 h; 4 a 6 hs = 5 h; 7 hs o más = 7 hs. Se consideraron variables la salud general, la salud en el último mes, enfermedades crónicas, el consumo de tabaco, alcohol y drogas, hábitos de alimentación, la ocupación laboral de los padres, concurrencia a escuelas con comedor gratuito. Además se incluyeron edad, género, etnia, religión. La asociación entre actividad física y depresión se analizó con pruebas de regresión logística, longitudinal y de sección transversal. Las variables se analizaron con el método de Mantel-Haenszel y un análisis de regresión logística.

Resultados
Casi el 25% de los alumnos tenían depresión en 2001 y niveles de actividad física entre 0,5 y 2-3 hs semanales. La tasa de respuesta inicial (84%) fue inferior entre los grupos de alumnos concurrentes a escuelas con comedor gratuito (p = 0,055) y de raza blanca (p< 0,0001). Las posibilidades de obtener nuevas respuestas al cuestionario nuevamente en 2003 fueron más bajas entre los adolescentes con depresión en 2001 (p = 0,002), las niñas (p = 0,005) y nuevamente en concurrentes a escuelas con comedor gratuito (p = 0,002) y de raza blanca (p≤ 0,0001).
El análisis univariado demostró una asociación inversa entre actividad física y depresión (p = 0,003) hallándose que 1 hora más de ejercicio semanal reducía un 11% el riesgo relativo (RR) de síntomas depresivos (RR = 0,89; IC95%: 0,85-0,93). En las niñas se halló una importante asociación con síntomas depresivos (p< 0,0001) y el RR duplicó al de los varones (RR = 1,82; IC 95%: 1,49-2,24).
Los autores informan que al ingresar al protocolo se puso en evidencia una asociación transversal entre la actividad física y la depresión, que resultó notable en los varones (p = 0,003). Esta relación se redujo aproximadamente un 8% por cada hora adicional de ejercicio, relación que persistió aún después del ajuste multivariado (RR = 0,092; IC95% 0,85-0,99; p = 0,023).
En el análisis longitudinal no se hallaron relaciones entre un cambio en la actividad física entre 2001 y 2003 y tendencias en los síntomas depresivos durante el seguimiento.

Conclusiones
Los investigadores concluyen que su estudio transversal aporta evidencias de una asociación entre el nivel de actividad física y los síntomas de depresión en la población adolescente. También señalan que no hubo una asociación estadísticamente significativa entre la actividad física y los síntomas de depresión en el análisis longitudinal, si bien la dirección del efecto continuó sin cambios. Asimismo, consideran que uno de los datos más importantes es que la población examinada proviene de barrios en condiciones de inferioridad social, siendo que se reconoce una mayor tendencia a desarrollar problemas mentales en adolescentes provenientes de estos estratos socioeconómicos. De todas formas sugieren, antes de recomendar la realización de actividad física en adolescentes con depresión, profundizar las investigaciones

Rothon C. y col. Physical activity and depressive symptoms in adolescents: a prospective study. BMC Medicine, 8:32; 2010.
Editora Médica Digital

Tú con tu abuela, yo a trabajar



31 ENE 11 | ¿Abuelas esclavas?
Más que canguros de sus nietos, algunos se sienten esclavos de sus hijos - Hay expertos que denuncian abusos - Pero muchos ancianos reconocen que el trato con los niños les reporta alegría y hace posible que las madres trabajen.

El País, Madrid

INMACULADA DE LA FUENTE

"No es que no queramos. Es que estamos cansadas". Hay una generación de mujeres que tras criar a sus hijos vuelven a ser madres de sus nietos a tiempo parcial. No lo han elegido. Tampoco se rebelan. Pero cansa. Aunque hay casos y casos. Zonas de grises. Los abuelos, sobre todo si son jóvenes, disfrutan cuidando a sus nietos. Pero algunos acaban convirtiéndose en algo más que abuelos: canguros, secretarios de sus atareados hijos, recaderos, taxistas.... No hay límites. Y empieza el abuso, sobre todo con las abuelas, que además de recoger al niño en el colegio, tienen que darle de comer o merendar, llevarle al médico, a baloncesto, a inglés, y si se tercia al zapatero. Un periodo que no dura dos o tres años, sino que puede prolongarse seis, siete o tal vez 10. Y la abuela se hace mayor, su cuerpo se agota. Al final, o aprenderá a jugar a los videojuegos si conserva buena vista, o acabará en el psicólogo. O llamando al Teléfono de la Esperanza, un servicio que empieza a recibir peticiones de ayuda de abuelos desbordados. Unos llaman en busca de orientaciones educativas; otras para desahogarse, sobre todo en Navidades o al final del verano. "Mis nietos me meten caña, deme algo para estar espabilada", le ha llegado a pedir una abuela a su médico.

El fenómeno no está cuantificado, pero es cada vez más frecuente. "La mayoría renuncia a todo por atender a sus nietos. La educación recibida y su sentido de la responsabilidad les hace interiorizar ese papel de abuelas canguro", señala el pediatra Joaquín Ibarra, autor de Mis abuelos me cuidan: Guía para los canguros del siglo XXI. "Lejos de confesar que la tarea les supera, hasta justifican a sus hijos. Pero no es lo mismo tener 60 años que 75, ni atender a uno o a tres", añade. La mayoría empieza con un niño, pero un 26% asume dos.

Hay un perfil de abuelos jóvenes que cuidan sin apenas esfuerzo de sus nietos. Como Águeda (nombre ficticio) y su marido Juan. Recogen a los niños del colegio, les dan la merienda y los llevan a casa de sus padres. O se quedan a dormir con ellos entre semana. El abuelo tiene 66 años y hace tres que se jubiló; la abuela, de 61, ha trabajado siempre en casa, y cuando su única hija se casó, consideró natural hacerse cargo de los nietos. Es una prolongación de su vida anterior. Poco importa que su hija y su yerno vivan en Sanchinarro y ellos en Carabanchel, dos barrios de Madrid bastante alejados.

Cándida Nevado y su marido no son ya tan jóvenes, pero atienden a sus nietos desde hace años, más como padres que como abuelos. En cierto modo, han tenido tres hijos: la suya y los dos de esta. La hija de Cándida Nevado sufre depresiones recurrentes, y aunque en algunos periodos puede trabajar, su referente familiar es la casa de sus padres. "Es algo que no te imaginas, pero que acabas asumiendo debido a las circunstancias: tienes que ocuparte incluso de los deberes, alimentarlos... No es fácil. A veces tienes que regañarles...", cuenta la abuela, de 76 años, en conversación telefónica desde su domicilio de Sant Just Desvern (Barcelona). Ella y su marido cuidaron de un primer nieto que ahora tiene 21 años. "Trabaja y es prácticamente autónomo", explica. Años después se han hecho cargo de su nieta, fruto de un segundo matrimonio de la hija. La niña tiene ahora 10 años, "pero cuando era más pequeña... Me pilló con 70 años, una edad en la que no tienes ganas de echarte al suelo a jugar, ni ir al parque. Aunque acabas haciéndolo", relata. Cándida Nevado y su marido lo hacen voluntariamente. Es el arreglo familiar al que han llegado, algo positivo para los chicos. "Además, hay cosas que compensan: sus miradas, su alegría... Mi nieta habla mucho, como yo, así que estoy más que entretenida", confiesa.

Cándida Nevado asistió hace unos años al taller de abuelos Convivir con nietos de CatalunyaCaixa. Allí compartió experiencias con otras abuelas en situaciones parecidas. "Los abuelos colaboran", reconoce Nevado, "pero casi todo recae en nosotras. Me gustaría disfrutar más de estas tareas, como hacen algunas abuelas más jóvenes. Pero estás en una edad en la que deseas hacer cosas que no pudiste hacer de joven y esta nueva responsabilidad te coarta", confiesa. "Cuando mi nieta era más pequeña, tuve que dejar el coro del Club San Jordi. No podía ir a ensayar", sigue. "Ahora voy a volver, porque allí hay actividades que te permiten relacionarte y compartir tus vivencias", agrega.

"La educación de los hijos es competencia de los padres. Pero con frecuencia, los padres disponen de poco tiempo, y las encuestas nos dicen que los niños que están solos son menos felices", afirma Ibarra. "Por desgracia, ese tiempo que los padres no pueden dedicar a sus hijos pequeños, no volverá. En estos casos, en las familias con abuelos, estos no tienen más remedio que hacer de abuelos, pero también, en parte, de padres", continúa. Y los abuelos casi siempre dicen sí. "Basta con nombrar al nieto para que experimenten una inyección de vitalidad y sean capaces de multiplicarse". Pero ¿se están pasando algunos padres? "La pregunta no tiene una sola respuesta. Depende de las negociaciones de cada familia. A muchos hijos les viene bien ahorrarse la canguro", prosigue Ibarra. "Pero los abuelos deben tener tiempo para su propio cuidado, para hacer ejercicio, para mantener sus relaciones sociales, su ocio y sus actividades intelectuales", señala el especialista.

Algunos abuelos, ciertamente, son un chollo. Los hay incluso militantes, ya que se ofrecen para todo. Ponen el listón muy alto. Sea porque se sienten útiles o porque buscan segundas oportunidades y quieren recuperar con los nietos lo que no pudieron vivir con sus hijos, alimentan una tendencia algo tramposa. La de que todos los abuelos quieren y pueden hacerse cargo de sus nietos. Esta tendencia choca, además, con otra que había empezado a cobrar fuerza a finales del siglo XX: la liberación de la mujer de ataduras domésticas conforme sus hijos se emancipaban. Algunas de estas abuelas que rondan los 60 años siguen trabajando o están a punto de jubilarse. Son mujeres activas, con una nutrida vida social y con ganas de viajar o de apurar su propio tiempo. Se han ido reinventado en cada edad, y valoran que las parejas jóvenes sean ya más igualitarias (aunque quede todavía un largo trecho), ya que piensan que ese es el camino a seguir. Cuando ellas se casaron tenían que sacar a pulso a sus hijos, ya que sus maridos apenas ayudaban. Eso no significa que no cooperen: si sus hijos o nietos las necesitan y se encuentran disponibles, echan una mano a su familia como cualquier otra abuela. Pero es una ayuda circunstancial, no una obligación añadida.

Hasta las abuelas más independientes experimentan ambivalencias. "No, el próximo curso no me pongas clases por la tarde", pedía una catedrática en la recta final de su carrera al jefe del departamento. ¿Motivos? Se había ofrecido a recoger a su primer nieto en la guardería. "Lo hago por mi hija. Es tan duro situarse hoy en el mercado...". Así están muchas. Ajustan sus horarios laborales si es factible; dejan el yoga temporalmente porque coincide con el cursillo de natación de su nieto Iván, y hasta se saltan algún viaje para que su hijo y su nuera se vayan de fin de semana.

La mayoría de los niños que reciben cuidados de los abuelos son hijos de madres con empleo. Por el contrario, cuando la madre no trabaja, solo uno de cada cuatro niños menores de tres años acude a la Escuela Infantil, según la Encuesta de Condiciones de Vida de 2009 (Instituto Nacional de Estadística). Asimismo, las mujeres de mayor instrucción son las que más llevan a sus hijos a las guarderías. Además, el 32% de los menores de tres años cuyas madres trabajan recibe cuidados de otras personas. Aunque no se distingue si esta atención es o no remunerada, Lourdes Pérez Ortiz, profesora de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid atribuye ese cuidado en parte a los abuelos. Otras estimaciones fijan en un 15% el porcentaje de cuidadores que no percibe nada.

Entre los 3 y los 12 años, la mayoría de los niños están escolarizados, pero el 12,2% recibe cuidados de otras personas. No en vano el 55% de los niños menores de 12 años tiene madres trabajadoras. Aunque en las familias de clase media y alta se suele tener ayuda remunerada, Lourdes Pérez piensa que el recurso a los abuelos está más extendido de lo que parece. Ya en 2003 al realizar un estudio estratégico sobre el tema comprobó que no solo se daba esta ayuda entre madres e hijas, sino que las suegras tenían una disposición similar. Descubrió asimismo que no siempre se recurría a la abuela por economía, sino por desconfiar de las guarderías. O en el caso de los nietos de 12 y 13 años, para evitar que estén solos, ya que la ESO los deja sin colegio por la tarde.

Existe así un reparto tácito entre las mujeres de la familia: las mayores atienden a los niños para que las jóvenes trabajen. Si no hubiera abuelas, muchas se pensarían aún más ser madres. En algunas familias pactan cierta retribución para los abuelos que complete sus pensiones. Pero en otras, los abuelos lo ponen todo: el 11% da de comer a sus nietos.

Hay asociaciones de abuelos que empiezan a rebelarse. De forma individual no se quejan, pero lo hace en su nombre Francisco Muñoz, presidente de la Asociación de Abuelas y Abuelos de España. "Tratamos de convencer a nuestros socios de que el abuelo ayuda solo cuando hace falta. No es un esclavo. Tiene su vida", afirma. "Se da mucho abuso", prosigue. Prueba de ello, argumenta, es que cuando los abuelos no viven en la misma ciudad, los padres se organizan de otro modo y no pasa nada. Asegura que incluso hay progenitores que aprovechando que sus hijos están con los abuelos se quedan más tiempo en la oficina.

Las abuelas de 75 años o más son las más afectadas por esta dedicación intensiva. Muchas están en edad de recibir cuidados en vez de prestarlos, y si no es por razones de fuerza mayor, deberían estar exentas de tales tareas.

Muñoz es consciente de que la relación con los nietos se ha modificado. "Al ser el abuelo el que los recoge en el colegio, algunos niños le cuentan a él lo que les pasa en vez de a sus padres. Las oportunidades de compartir actividades se multiplican y el abuelo no puede quedarse obsoleto. Por eso les animamos a estar al día y a familiarizarse con los videojuegos y con la consola. La Asociación que preside Muñoz imparte talleres tanto para enseñar a unos cómo se debe poner un pañal como para animar a otros a perder el miedo a la cibernética. Hay que estar en la onda. Algunos bancos patrocinan talleres dedicados a reciclar al abuelo. Abumar (abuelos y abuelas en marcha) es otra organización combativa que propone contribuir a educar a los nietos sin puentear a los padres. Y si estos se divorcian, reivindican mantener su trato habitual con los nietos tras la ruptura.

Tan asumido tienen los abuelos su nuevo papel que en Internet circula un texto humorístico en el que a través del contestador una voz dice: "Si son nuestros hijos: pulse 1 si necesitan canguro; 2, si hay que recoger al niño; 3, si se quedan a comer. Si son nuestros amigos: hablen".

21 MAR 07 | Complejas relaciones familiares
Abuelas esclavas
Abuelas que no pueden decir "No".

A. Guijarro Mor


El maltrato familiar a la mujer adulta no siempre procede de su pareja. A veces los miembros más queridos, hijas e hijos, paticipan, generalmente sin darse cuenta, en generar una ABUELA ESCLAVA. Una abuela esclava, eso sí, voluntaria, por amor familiar. Una abuela esclava que no sabe decir "no" a nada, que no quiere dejar de ayudar a sus hijos aunque en ello le vaya la vida, que no denuncia su situación sino que la niega, y que, además, se autoinculpa de todo.

La mejor forma de acabar con este síndrome es concienciando a la Sociedad, y sobretodo a unos hijos ciegos que creen que la fortaleza y aguante de sus voluntariosas madres son eternos. Por eso me atrevo a pedirle a USTED que participe activamente en este foro, aportando casos y datos que conozca al respecto. De esa manera contribuirá sin duda a solucionarlo.

Si usted no sabe aún lo que es una "abuela esclava" lea la siguiente descripción.

"El Síndrome de la Abuela Esclava" es una verdadera Pandemia del Siglo XXI (Dr. Antonio Guijarro Morales. Cardiólogo. Hospital Clínico Universitario "San Cecilio" de Granada), cuyo resumen es el siguiente:

Definición:

El Síndrome de la Abuela Esclava es una enfermedad muy frecuente, grave, potencialmente mortal, que afecta a mujeres adultas con responsabilidades directas de ama de casa, asumidas voluntariamente y con agrado durante muchos años, que se produce como consecuencia de la interacción de factores extrínseco e intrínseco.

El factor extrínseco es un desequilibrio, precipitante de la enfermedad. Estas señoras durante muchísimos años son abuelas felices y sanas, capaces de hacer ellas solas el trabajo de dos o más personas, con agrado y alegría. Pero el paso del tiempo no juega a su favor. Las obligaciones familiares aumentan exponencialmente conforme la familia crece, se multiplica y algunos de sus miembros enferman. La abuela no dice a nada que no, y acepta más y más cargas. Simultáneamente su fortaleza físico-psíquico-emocional se va deteriorando ineludiblemente sin que nadie se de cuenta. Llega un momento en que se produce un desequilibrio entre lo que esa señora puede hacer y lo que ella misma quiere hacer. Ella quisiera seguir haciendo, como siempre, todo lo que cree que la familia necesita que ella haga.

El factor intrínseco determina la predisposición a enfermar e impide curar apropiadamente. Por razones sicológicas y educacionales estas señoras poseen un extraordinario, excesivo por inadecuado, sentido del orden, la responsabilidad, la dignidad y el pudor, que les impide quejarse o pedir ayuda con suficiente expresividad. Son mujeres tan entregadas que no conocen lo que es reivindicar algo para sí mismas. Llegado el desequilibrio los hijos creen ver todavía fortaleza donde solo queda voluntad y ocultación del agotamiento.

Factores agravantes:

Algunos de los factores agravantes son:

- Realizar trabajos o actividades extra-hogareños sin liberarse de las obligaciones de ama de casa.

- Familia numerosa.

- Casas grandes, con muchas habitaciones y muebles que limpiar.

- Ancianos, niños o enfermos a su cargo.

- Hijos que, tras independizarse, vuelven al primitivo hogar, bajo los cuidados maternos, sobretodo si lo hacen trayendo pareja y/o hijos propios consigo.

- Enfermedades asociadas, o el natural envejecimiento, que limitan la capacidad física y emocional de la paciente.

- Ausencia o pérdida de ayudas domésticas: Se casa, enferma o jubila la antigua sirvienta, sin sustituirla por otra de igual eficacia o rendimiento. Se ausenta uno de los hijos que ayudaba en las tareas.

- Traumatismo emocional: Enfermedad grave o fallecimiento de un ser querido. Separación conyugal propia o de un hijo.

- Deterioro económico: Disminución del poder adquisitivo al sobrevenir la jubilación. Fracaso de negocios familiares. Pérdidas patrimoniales.

- Acumulación de obligaciones: Agregarse invitados. Atender a familiares que residan fuera del hogar (padres, tíos o hermanos enfermos). Mantener otras actividades o compromisos: religiosos, sociales, etc.

Perfil psicológico y social:

Las abuelas esclavas son mujeres adultas con responsabilidades directas de amas de casa, asumidas voluntariamente, y con agrado, durante muchos años.

Por razones educacionales y sicológicas tienen un extraordinario, a veces excesivo, sentido del orden, la responsabilidad, la dignidad y el pudor. En general de niñas les enseñaron muy poco pero las adiestraron extraordinariamente para sus futuras funciones de madre y ama de casa.

Son mujeres entregadas en cuerpo y alma a la familia. Durante años han asumido y realizado eficazmente un trabajo equivalente a la jornada laboral de dos o más personas, habituándose a hacer en un día las labores que normalmente precisarían dos o más jornadas. Si las circunstancias lo propician no dudarán en hacerse esclavas de su familia, por amor, por supuesto, por amor.

Con el paso del tiempo cada vez notan más el estrés familiar, hasta que llega a ser excesivo. Para ellas el estrés consiste fundamentalmente en el agobio o interna sobrepresión que se producen por tener la obligación, con responsabilidad directa, de cumplir simultáneamente varias tareas con eficacia, puntualidad y acierto.

Cuando llega el desequilibrio este tipo de abuelas se amargan porque saben que su incapacidad decepcionará de alguna forma a los seres queridos.

Comienzan a sentir la incomprensión de aquellos a quienes han entregado lo mejor de sí mismas durante los mejores años de sus vidas. Después comienzan las bromas, tomando a chanza los errores o los fallos de la abuela. Se aterran al vislumbrar que acabarán sufriendo el desamor, y quizás el desprecio, de aquellos seres que más quieren en este mundo, que a la vez son quienes más les están decepcionando.

Se auto inculpan. Sus hijos son así porque ella los ha educado de esa manera, para ahorrarles una vida tan sacrificada como la que ella llevó. Debería haber sido un poco menos blanda en su educación, quizás, pero ahora ¿qué se puede hacer?

Jamás se quejan con la debida elocuencia. Consideran humillante, incluso indigno, la petición vehemente de socorro. Prefieren un final adelantado para sus vidas antes que gritar, “escandalosamente”, pidiendo auxilio.

La abuela esclava puede pertenecer a cualquier clase social, si ejerce de ama de casa con responsabilidad directa asumida, y reúne las características psicológicas antedichas. A veces son mujeres sin nietos, pero con cargas familiares equivalentes. Muy excepcionalmente algunos varones asumen responsabilidades semejantes (jamás iguales), si conviven con mujeres impedidas.

Diagnóstico:

Debe sospecharse el Síndrome de la Abuela Esclava en mujeres adultas, no ancianas (más frecuente entre los 38-68 años de edad), con responsabilidades directas de amas de casa, que reúnan las características personales intrínsecas antedichas y presenten síntomas que no curan adecuadamente.

Si el médico no sospecha el excesivo estrés familiar, porque es ignorado y/o negado por la paciente y su familia, la enfermedad puede pasar desapercibida por varias razones:

1. Los hijos creen que su madre sigue teniendo la misma fortaleza "de toda la vida": el médico es quien debe poner el tratamiento certero para que vuelva a ser la fortísima mujer que siempre ha sido.

2. La abuela no quiere decepcionar a sus hijos, "que tanto la necesitan". No quiere aceptar su deterioro físico-psíquico-emocional, irremediable aunque su aspecto externo siga siendo saludable y bello. Ella puede saber mejor que nadie lo que ocurre, pero lo oculta a sus hijos, y se auto inculpa: ella es la que voluntariamente ha optado por llevar la carga familiar y educar a sus hijos para que disfruten de otras actividades que a ella le fueron negadas.

3. La abuela teme que, si los hijos reaccionan "del todo a la nada", le digan: "No te preocupes abuela, te quitamos toda esta carga tan pesada. Quédate tranquilita. No te molestaremos con los nietos hasta el año que viene". Para este tipo de abuela, la drástica separación del gratificante contacto con sus nietos, que son lo que más les importa en este mundo, es peor que morir.

Formas de presentación:

Las formas de presentación más comunes del Síndrome de la Abuela Esclava son:

1 - Hipertensión arterial de difícil control, con oscilaciones muy bruscas, aparentemente caprichosas.

2 – Molestias paroxísticas: sofocos, taquicardias, palpitaciones en el cuello o el tórax, dolores punzantes por el pecho, que cambian de un lado a otro, dificultad para respirar, mareos, hormigueos, desvanecimientos, angina pecho en reposo.

3 – Debilidad o decaimiento persistentes, un cansancio extremo desproporcionado respecto a sus actividades habituales actuales. En el pasado soportaron tareas mucho más agotadoras sin sentir atisbos de cansancio.

4 – Caídas fortuitas: las piernas no pueden sostener al cuerpo y la paciente cae al suelo, generalmente sin perder el conocimiento.

5 – Malestar general indefinido, disconfort. Casi nunca se sienten confortables, a gusto ni relajadas, sin saber definir exactamente por qué.

6 – Tristeza, desánimo, falta de motivación por las cosas. Ahora apenas les divierten las gracias y arrumacos de sus nietos; incluso les disgusta la mera presencia de los niños, anhelando que sus respectivas madres se hagan cargo de ellos cuanto antes.

7 – Descontrol de padecimientos metabólicos, como la diabetes. Alternan unas elevaciones alarmantes de las glucemias con descensos bruscos peligrosos, provocando mareos e incluso coma. Las respuestas a los tratamientos son anómalas e irregulares.

8 – Autoinculpación. Se sienten culpables de su incapacidad actual.

Evolución y pronóstico:

Si no se diagnostican acertadamente, suprimiendo el factor extrínseco precipitante (excesivo estrés familiar actual) las abuelas esclavas sufrirán molestias crónicas durante años, recorriendo numerosas consultas médicas, servicios de urgencias y departamentos hospitalarios sin conseguir un alivio duradero o razonable a pesar de ensayar numerosas y variadas terapias.

La paciente puede ser catalogada con todos los diagnósticos compatibles con sus múltiples manifestaciones: hipertensión arterial, diabetes, angina de pecho, taquicardia paroxística, arritmias de diferentes tipos, hemicránea, ansiedad, depresión, neurosis, polimialgia, artrosis, etc.

Los ingresos hospitalarios y las temporadas que las pacientes pasan fuera de sus domicilios habituales, liberadas de las cargas cotidianas, determinan mejorías espectaculares. El retorno al medio y las responsabilidades habituales provoca recaídas y agravación progresiva.

El síndrome hace crisis cuando la esclava no puede aguantar más el estrés al que se siente crónica e irremediablemente sometida. Al llegar a ese punto la esclava pide ayuda de diversas formas, pero desafortunadamente sin la suficiente expresividad para transmitir a los familiares la intensa amargura y desesperación que la embargan.

La abuela esclava que decide liberarse mediante suicidio lo hace pensando que van a descansar tanto ella como sus familiares. Cree que, con su desaparición, la familia quedará liberada definitivamente de la pesada carga que ella misma, la abuela, supone. En el momento crítico puede optar por el suicidio activo (lanzarse al vacío) o pasivo (suprimir o tomar inadecuadamente los medicamentos y regímenes).

Si alguno de los familiares intuye la auténtica entidad del problema, y acierta a coordinar a los demás miembros de la familia para, entre todos, liberar a la abuela de cargas y responsabilidades excesivas, el pronóstico es excelente, salvo que existan enfermedades asociadas.

Tratamiento:

El Síndrome de la Abuela Esclava no tiene un tratamiento médico. Su curación está en manos de sus familiares más íntimos, si toman conciencia del desequilibrio en que la abuela se encuentra cuando cae enferma.

La curación o liberación definitiva se consigue adecuando los cometidos asignados a la abuela a su fortaleza física y emocional actuales. Las cargas excesivas deben distribuirse equitativamente entre los miembros del grupo familiar, evitando que las "cadenas" de la abuela recaigan sobre una sola persona que "herede" la esclavitud. Si la familia no pudiera asumir esas funciones debería instarse a los Servicios Sociales de la Comunidad para que colaboren en la solución del problema.

A las abuelas se les debe liberar de aquellas funciones que le provocan excesivo estrés, sobretodo de dos grupos de tareas:

1 - Las que suponen responsabilidad directa, especialmente la relacionada con la seguridad personal de los nietos: accidentes, problemática educacional o sexual, etc. La abuela tiembla al pensar que algo malo les ocurriese a los nietos estando bajo su tutela. Otras personas adultas más jóvenes deben asumir esa responsabilidad, explícitamente.

2 - Todas aquellas tareas que deben ser realizadas en plazo fijo, con puntualidad y acierto. La abuela no debe ser ya la "jefa de cocina" (responsable de cumplir horarios y gustos de los comensales) sino consejera y ayudante.
Pero la abuela no debe ser marginada de la familia. Jamás debe "amenazársele" con suspender radicalmente las visitas de los nietos, pretendiendo aliviarla de sus molestias. Sus principales función y satisfacción radican en el contacto gratificante con los miembros más jóvenes de la familia. La abuela es una inagotable e insustituible fuente de afecto, que redunda muy favorablemente en el equilibrado desarrollo emocional de los nietos y en el sostenimiento perdurable del propio edificio familiar.

Bibliografía

A. Guijarro Morales. El Síndrome de la Abuela Esclava. Pandemia del Siglo XXI. Grupo Editorial Universitario. Granada, octubre 2001.
A. Guijarro Morales. El Síndrome de la Abuela Esclava (Pandemia del Siglo XXI). Investig Clin (Granada) 2001;4(4):407-410.
Páginas del autor relacionadas con el tema, en Internet:
http://personales.jet.es./aguijarro/auxx
http://web.jet.es/aguijarro/abuela
http://web.jet.es/aguijarro/abuela/algunas.html
http://personal.telefonica.terra.es/web/medicina/aqla.html




15 SEP 10 | La perspectiva evolucionista
¿Para qué sirven las abuelas?
Quizá sólo para contarnos cuentos y malcriarnos.

El Mundo, España

Uno de los misterios de la evolución es porqué el hombre vive tanto tiempo. La mayoría de animales tiene una esperanza de vida muy relacionada con su capacidad de reproducirse y es poco habitual que los cachorros lleguen a conocer a sus abuelos. En los humanos no es así. Aún cuando tenemos en cuenta que la esperanza de vida era la mitad de la actual hasta bien entrado el siglo XX, en nuestra especie no ha sido nunca raro que convivieran tres generaciones.

Desde un punto de vista utilitarista, esto es poco práctico. Hay que pensar en el bien comunitario: tener individuos que consumen recursos pero no producen nada es un contratiempo que la evolución tendría que haberse encargado de eliminar para favorecer nuestra supervivencia. Pero la evolución no es tonta: si no lo ha hecho es que para algo importante sirven los viejos.

¿Cómo encajan pues en el gran esquema de la Humanidad?

Antes de seguir filosofando sobre de dónde venimos y a dónde vamos convendría hacer un repaso rápido al concepto de selección natural, gracias a la cual somos lo que somos. Simplificándolo en una sola frase: cualquier característica que nos ha permitido reproducirnos más y mejor se ha quedado en nuestro genoma y pasado a la siguiente generación. No hay (casi) nada fortuito: todos los seres vivos en este planeta somos simplemente máquinas de sobrevivir (a nivel individual y de especie) exquisitamente perfeccionadas por el paso de los milenios. A la Naturaleza no le importa mucho qué nos pasa una vez ya no somos capaces de tener hijos, por eso la vejez es un gasto innecesario que se evita a toda costa. Excepto en nuestro caso.

Ya en los años sesenta se propuso la llamada “hipótesis de la abuela” para resolver este enigma, según la cual las abuelas han sido necesarias porqué han contribuido de forma importante a la supervivencia de sus nietos. Las abuelas prehistóricas se habrían ocupado de las crías de la tribu, dejando así tiempo a las madres para hacer cosas más útiles (si lo pensamos un poco no difiere tanto del modelo actual, guarderías aparte). De esta manera, la selección natural habría favorecido los genes de las mujeres que duraban más allá de la menopausia, ya que éstas hubieran tenido más descendientes y más sanos. (El caso de los abuelos no es tan complicado de explicar: los hombres podemos engendrar durante muchas más décadas, por eso no se cuestiona tanto nuestra utilidad.) Esta hipótesis se popularizó a lo largo de las últimas décadas del siglo XX, apoyada por algunas observaciones de campo en animales y tribus primitivas, y estaba en general bastante aceptada.

Hasta ahora. Se acaba de publicar un estudio que ha usado complejos modelos matemáticos para dirimir si realmente esta idea de la superabuela protectora tiene lógica. Y el veredicto es que no tanto como nos creíamos. Según las computadoras, que han simulado el paso de varios centenares de generaciones en poblaciones virtuales con y sin abuelas, disponer del soporte de las abuelas permitiría a las mujeres del grupo tener más hijos, pero no incrementaría la longevidad de la especie como se creía. O sea, que la idea la abuela-niñera no parece una excusa suficientemente solvente para que la evolución tolere y hasta favorezca la vejez.

Entonces, ¿para qué sirven las abuelas? Quizá sólo para contarnos cuentos y malcriarnos, que a nivel de especie a lo mejor no nos habrá hecho más longevos pero sí más felices.
30 JUN 07 | Vida cotidiana
Cuidar a los nietos con placer mejora la salud de los abuelos
Lo afirma un estudio realizado en más de 12.000 personas de entre 50 y 80 años. Se observó que los hombres a cargo del cuidado de sus nietos se mueven más y que las mujeres refuerzan su autoestima.

Clarín.com

Pilar Ferreyra

Doña Delia tiene 82 años y 18 nietos pero todavía recuerda con cariño anécdotas vividas con su abuelo paterno. El que todos los veranos alquilaba un taxi para adelantar un día las vacaciones de sus cuatro amadísimos nietos impecablemente vestidos en linón de hilo, puntillas y zapatos blancos para corretear entre los espinillos cordobeses. Apenas arrancaba el auto promovía la libertad: "Sáquense los zapatos y asomen los pies por las ventanas".

Para muchos abuelos, la llegada de los nietos es un aporte de vitalidad, alegría y dinamismo. Como dirían los especialistas, un estímulo cognitivo, psíquico y emocional. Así lo prueba el estudio estadounidense Todo en familia: El impacto de cuidar a los nietos para la salud de los abuelos de reciente publicación. La investigación tomó a 12.872 personas de entre 50 y 80 años para saber cómo influye el cuidado de los nietos en su salud.

"En las auto evaluaciones, las abuelas respondieron que su salud mejora cuando ejercen esas tareas y los abuelos señalaron que cuando están con sus nietos hacen más ejercicio, se mueven más", le contó a Clarín la socióloga Linda Waite, directora del Centro de Envejecimiento de la Universidad de Chicago y una de las autoras del estudio.

Aquí no hay un estudio cuantitativo que explique los beneficios de esta relación, pero los especialistas coinciden en que si los abuelos tienen buena salud física y mental, deciden ese cuidado con libertad (no por obligación) y disponen de tiempo para hacerlo, la experiencia es positiva.

"Todo depende de las posibilidades económicas e intelectuales y de la salud física y psicológica. Ningún abuelo con deterioro cognitivo puede hacerse cargo si requiere ayuda para su propio cuidado", enfatiza la socióloga Liliana Gastrón, directora del doctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Nacional de Luján. (Ver No más...).

Una de las quejas más frecuentes de los mayores es el vacío que sienten cuando se jubilan y los hijos se van de casa. "Debido a esa pérdida de roles (que les produce una sensación de inutilidad e infelicidad), conviene que se mantengan ocupadas y que sustituyan las tareas que ya no pueden hacer", indicó la psicóloga Nélida Rodríguez Feijoó, investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Psicología Matemática y Experimental (CIIPME), del Conicet.

Para la psicóloga y presidenta de la Asociación Interdisciplinaria en Gerontología, Mercedes Labiano, la salud de las abuelas mejora cuando cuidan de sus nietos siempre y cuando eso les guste y no lo vivan como una carga. "Eso puede ocurrir si se les exige demasiado tiempo o si deben dejar otras actividades".

En el mismo sentido, la psicóloga Emma Marazza, docente e investigadora de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Tucumán advierte que en la medida en que los abuelos no convivan bajo el mismo techo, la relación con los chicos les aporta beneficios. "Cada uno -abuelo y abuela-, tiene actividades y placeres diversos según los roles asignados por la cultura: la abuela se hace cargo de lo maternal (cocina, ropa, higiene) y el abuelo suele encargarse de los paseos, compras, deportes. Pero no hay divisiones estrictas por género, sobre todo considerando que ahora los dos tienen actividades laborales y comparten las domésticas".

Apelando al sentido común, los expertos manifiestan que la edad no es un parámetro rígido. Puede darse que un abuelo de 70 años se sienta mejor física, psíquica y espiritualmente que otro de 50. Las personas envejecen de muy distinta manera. No obstante, el investigador en psicogerontología de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Enrique Lombardo, observa que "con la pérdida de agilidad aumenta el riesgo de sufrir accidentes" y que no sólo se deben tomar en cuenta las posibles limitaciones físicas sino también aspectos anímicos y motivacionales. "El primer criterio que tendrían que seguir los padres es no transformar el rol de abuela en el de niñera. La abuela puede ser lo que llamamos un cuidador informal pero no uno formal. Esto, incluso, debiera ser tomado en cuenta por las abuelas", concluye.

"Yo les doy libertad, los padres ponen límites"

Beatriz Suárez, con Santiago y Mateo

"Yo creo que cuidar a mis nietos debe influir en mi vitalidad. A veces no puedo creer la actividad física que hago para la edad que tengo. Pero a mí me gusta cuando jugamos en el piso. Cuando gateamos los tres. Ellos corren atrás mío, yo corro atrás de ellos". Beatriz Suárez (56) parece estar jugando con Santiago (4) y Mateo (1) -sus dos nietos- cuando narra qué es lo que más le gusta hacer con ellos. Los tres rubios, los tres de ojos claros. Santiago: un conversador único.

-"¡Dale, Santiago, dale un juguete a Mateo", pide la abuela.

-"¡Este!.... ¡¡Este no porque lo aplasta así!! (cierra su mano tamaño minúsculo). ¡No, éste no Mateo porque me lo rompés!", dice Santi que parece salido de un cuento infantil moderno. De esos de Emma Wolf o Graciela Montes. No le falta nada. Tiene chispa, onda, palabras y además, la hace reír mucho a la abuela.

"Una mamá es diferente que una abuela. No le dedicás todo el tiempo como los padres, ni tenés que castigarlos y ponerles límites. Una abuela da libertad y los padres están para poner límites. Claro que si estás muchas horas con ellos las limitaciones llegan solas", dice Beatriz.


Beatriz y su esposo, Ricardo (56), no viven con Ricardo (28) y Celeste (27), los padres de los nenes. Pero todos los lunes, miércoles y jueves ella retira a Mateo del jardín maternal al mediodía. Y poco antes de las seis, a Santiago. Los tres se van a lo de los abuelos a jugar hasta que la luna motea el cielo. "Estar con mis nietos me reconforta el espíritu. A veces me canso pero no dejaría de hacerlo por nada en el mundo", dice Beatriz. "El día en que no los veo, los extraño"


Antonio Lattanzio, con Juan Cruz y Lisandro

"Lo que me pasa con mis nietos es indescriptible. El día en que no los veo los extraño". De este modo caracteriza Antonio (Tony) Lattanzio (52) la forma en que sus nietos le llegan al corazón: ¡de un flechazo!

Vive en Hurlingham con Patricia Moya (49), con quien se casó hace treinta años. Religiosamente, todos los martes y miércoles a las 12.30 pasan a buscar a Juan Cruz Gusso (6) y Lisandro (2), sus dos nietos, a la salida de la escuela. "En el auto vamos cantando alguna canción futbolera porque el más grande es un loco de la pelota", dice.

¿Qué rol debieran cumplir los abuelos?

"Los abuelos están para mimar a los nietos, malcriarlos y consentirlos. No sabía que ser abuelo era algo tan especial. Yo me tiro al suelo, juego con ellos a la pelota, corremos, andamos en bicicleta. Lo llevo a Juan Cruz a la plaza. No me lleva él a mí, ¿se entiende?", así grafica la juventud que le devuelve el milagroso encuentro. Pero no les pidan que cabeceen

Eliana Galarza
egalarza@clarin.com

Como en cualquier rol que se ejerce en la vida, lo bueno es asumirlo sin presiones. Si de hijo fastidiaban las exigencias, y de padre asustaban las responsabilidades, por qué de abuelo no existirían puntos de conflicto. ¿Dónde está escrito que todos los abuelos tienen que morirse de ganas por cuidar a sus nietos? Cuando lo quieren hacer es bueno para ellos y para los nenes. Pero si no pueden, mejor dejarlos tranquilos. Proyecto Abuela

"La inclusión de las abuelas puede ayudar al éxito de programas de nutrición, salud y desarrollo comunitario", dice un documento de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, según su sigla en inglés). Con la ayuda de la ONG Proyecto Abuela, intenta cumplir con ese objetivo.

No más de cuatro horas diarias

Pocas veces como en esta investigación sobre los beneficios que representan para los abuelos y abuelas el cuidado de los nietos, los especialistas consultados enumeraron una lista -también muy larga- de limitaciones que debieran considerarse.

Una de las primeras advertencias es que no se puede obligar a los abuelos a cuidar de sus nietos por el solo hecho de que son sus abuelos. Deben tener la libertad de elegir si quieren hacerse cargo de cuidarlos o no.

Además, en el caso de las mujeres, no se las debiera presionar a sentir un deseo gigantesco por disfrutar de sus nietos. "Es muy común escuchar a mujeres que son abuelas que, cuando no pueden o no desean cuidarlos por alguna razón, se sienten cuestionadas. Debido a su condición de género, los otros las naturalizan en esa función y si no cumplen, las critican", analizó Irene Fridman, co-directora del Programa de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires.

No es posible obligar a nadie y menos a un abuelo o una abuela -que puede estar cansado y sentirse vulnerable física y mentalmente- a que ejerza su rol. Aunque existen casos de ancianos pobres que dejan de comprar sus medicamentos para alimentar a sus nietos. Un acto de amor no debiera estar acompañado de un costo tan alto.

La edad es otro factor que pesa. Para el médico geriatra Félix Eduardo Nallim, presidente de la Asociación Gerontológica Argentina, "los abuelos y abuelas de 50 a 70 años suelen tener suficiente energía para relacionarse activamente con sus nietos". Claro que todo depende de su estado físico y psicológico. "A mayor edad (70 a 80 y más), las exigencias deben disminuir, sobre todo aquellas que signifiquen un riesgo físico (hacer upa mucho tiempo), o que puedan afectar el aparato locomotor de los mayores".

Otra variable a tener en cuenta es la cantidad de tiempo que les pueden dedicar. Y aunque ése es un tema que no puede establecerse con rigidez porque depende de cada caso particular, el geriatra Nallim aconseja un período no mayor de cuatro horas diarias. O la misma carga horaria pero día por medio. "Lo ideal, tanto para ellos como para los nietos, es compartir con los abuelos maternos y paternos el cuidado de los chicos, para no agotar ni el físico ni la paciencia y evitar que la "tarea" se transforme en una carga y no se viva como un acto gratificante", aconseja Nallim.


Cuidar no es lo mismo que criar

Margarita Murgieri Geróntologa de la SAGyG (*)

El cuidado de los nietos por sus abuelos durante algunas horas al día es beneficioso si la decisión de hacerlo es libre. En ese cuidado el anciano puede plasmar su necesidad de trascendencia en los otros. Pero esa tarea deseada, electiva y a tiempo parcial, no es la misma cuando se intercambian los roles de padre o madre. Eso podría ocasionarles agotamiento o estrés crónico. Cuidar no es igual a "criar". Al ser sometidos a esa presión se coarta su espacio personal, tiempo de ocio, intimidad, posibilidades de desarrollo y crecimiento.

Existen además situaciones complejas con familias monoparentales, padres separados o niños abandonados donde el desequilibrio del sistema familiar requiere un arduo trabajo psico-social. En todos los casos se debe fomentar la solidaridad intergeneracional que permita un intercambio mutuo y equilibrado de ayuda. De los hijos a los padres y viceversa.

(*) Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría

La comida puede ser tan adictiva como el alcohol

31 ENE 11 | Neurobiología de la obesidad
Revelan similitudes entre conductas que llevan al abuso de sustancias.

La Nación

Roni Caryn Rabin / The New York Times

NUEVA YORK.- Muchos piensan que, para adelgazar, todo lo que tienen que hacer los obesos es comer menos y moverse más. En cambio, los alcohólicos necesitan tratamiento. Pero ¿son realmente tan diferentes esos dos problemas? ¿Es posible que comer sea también algo adictivo?

Un estudio que acaba de publicarse en Archivos de Psiquiatría General analiza las similitudes neurobiológicas que existen entre las conductas que llevan a la obesidad y al abuso de sustancias, y ofrece más evidencias de que los alimentos también pueden ser adictivos. Los investigadores de la Universidad de Washington examinaron dos extensas muestras de adultos norteamericanos a los que se los interrogó sobre alcoholismo en sus familias. Cada estudio incluía a 40.000 adultos; un informe fue realizado en 1991 y 1992; el otro, una década más tarde, en 2001 y 2002.

A los participantes se les preguntó si algún familiar había "sido alcohólico o bebedor problemático". Los participantes también informaban sobre su peso y altura, de manera que se pudiera calcular el índice de masa corporal (IMC: peso en kilos dividido por la altura al cuadrado en metros; si supera un puntaje de 30, indica obesidad).

El primer informe no encontró relación alguna entre la historia familiar de alcoholismo y obesidad. Diez años más tarde, los adultos con una historia familiar de alcoholismo tenían entre un 30 y 40 por ciento más de posibilidades de ser obesos que los que no tenían casos de alcoholismo en la familia. Las mujeres estaban en un riesgo particularmente alto: casi el 50 por ciento tenían más probabilidad de ser obesas si en sus familias había alcoholismo (los hombres, un 26%).

¿Por qué este cambio con el paso del tiempo? El doctor Richard Grucza, primer autor del estudio, dice que la mayor culpable "es la naturaleza de los alimentos que ingerimos y su tendencia a atraer las partes del cerebro implicadas en la adicción". Algunos alimentos, cargados con azúcar, sal y grasa y especialmente formulados para atraer a los consumidores, pueden ser los que disparen, en la gente predispuesta, excesos de alimentación al despertar centros primitivos de recompensa y reforzar la conducta adictiva. Este tipo de alimentos, que el ex comisionado de la Administración de Alimentos y Drogas Dr. David Kessler ha llamado "hiperapetecibles", pueden llamar más a la sobrealimentación que los vegetales verdes.

En su libro El fin de la sobrealimentación, Kessler describe cómo estos alimentos altamente atractivos, del tipo de los que se sirven en las cadenas de restaurantes de comida rápida, cambian la química del cerebro y disparan una respuesta neurológica que estimula a desesperarse por más comida, incluso aunque no se tenga apetito.

La sensación que tiene alguna gente de que no puede controlar sus ingestas puede, de hecho, ser cierta, sostiene, porque estos alimentos dulces y ricos en grasas estimulan al cerebro para que libere dopamina, un neurotransmisor asociado con el centro del placer.

Sin embargo, son posibles otras explicaciones para la alta cantidad de obesos entre los familiares de alcohólicos. Por ejemplo, es posible que la gente de familias con alcoholismo sea más susceptible al estrés o que sufra de depresión. Ambas condiciones pueden llevar a beber o comer de más.

Traducción: María Elena Rey

Sonreír no sólo expresa alegría: también une a las personas

31 ENE 11 | Comportamiento / Un gesto heredado de los primates
Estudios revelan cómo el cerebro distingue entre sonrisas verdaderas y falsas.

La Nación

Carl Zimmer / The New York Times

NUEVA YORK.- Hace cuatro años, en medio de una llamada telefónica, Paula Niedenthal comenzó a preguntarse lo que significaba realmente sonreír. La llamada era de un periodista ruso que la estaba entrevistando para hablar sobre su investigación en expresiones faciales.

"Al final, me dijo: «¿Así que usted es norteamericana?»", recordó Niedenthal. "Entonces, sabe -le informó el periodista ruso- que las sonrisas norteamericanas son falsas y las francesas son verdaderas."

"De pronto, me interesé en el tema", dijo Niedenthal. A pesar de que sonreír es una de las cosas más comunes que hacemos los seres humanos, Niedenthal descubrió que la explicación científica del fenómeno era floja.

Desde entonces, la doctora Niedenthal y sus colegas han estudiado una amplia gama de investigaciones -desde escaneos cerebrales hasta observaciones culturales-, para elaborar un nuevo modelo científico de la sonrisa.

Creen que pueden explicar no sólo el origen de las sonrisas, sino cómo las percibe la gente. En un número reciente de la revista Behavioral and Brain Sciences , sostienen que las sonrisas no son simplemente expresiones de un sentimiento interno. Las sonrisas, de hecho, son sólo la parte más visible de una unión íntima entre dos mentes.

Algo más que músculos
Los psicólogos han estudiado cuidadosamente las sonrisas durante décadas, pero mayormente desde lo externo. Cuando los músculos cigomáticos de nuestras mejillas se contraen, los extremos de nuestra boca se elevan. Pero la sonrisa es mucho más que eso.

"Una sonrisa no es esa cosa que aparece" -aseguró la doctora Niedenthal-. Está relacionada con un cuerpo."

A veces, los labios se abren para mostrar los dientes; a veces, se mantienen sellados. A veces, los ojos se entrecierran. El mentón se eleva con algunas sonrisas y con otras cae. Catalogar estas variantes es un importante primer paso, pero no puede brindar una respuesta al enigma de las sonrisas.

Algunos investigadores han intentado ir más profundo, comprender qué estados mentales producen las sonrisas. Pensamos que significan felicidad y, en verdad, los investigadores encuentran que cuanto más intensamente se contraen los músculos cigomáticos, más feliz aseguran sentirse. Pero esto está lejos de ser una regla fija. A veces son los mismos músculos los que se contraen cuando la gente siente tristeza o asco.

La relación entre sentimientos y rostros es todavía más misterioso. ¿Por qué debería un sentimiento cualquiera curvar nuestras bocas? Esta es una pregunta que Darwin se planteó durante años. Una clave importante, según dijo, se encuentra en las caras de los simios que también, en ocasiones, levantan el borde de su boca. Según Darwin, esas también son sonrisas. En otras palabras, Mona Lisa heredó su siempre fascinante sonrisa del sonriente ancestro común que compartió con los chimpancés.

Los estudiosos de los primates han podido clasificar sus sonrisas en unas pocas categorías. Los chimpancés a veces sonríen por placer, pero también cuando tratan de fortalecer un lazo social con otro chimpancé.

Niedenthal piensa que algunas sonrisas humanas entran también en estas categorías. Es más: pueden ser distinguidas por ciertas expresiones. Una sonrisa vergonzosa a menudo está acompañada por un mentón bajo, mientras que una para saludar a menudo está acompañada por la elevación de las cejas.

Los chimpancés a veces no sonríen por placer o por lograr una conexión social, sino por expresar poder. Un chimpancé dominante sonreirá y mostrará sus dientes. La doctora Niedenthal sostiene que también los seres humanos ostentan una sonrisa para expresar poder y a menudo elevan el mentón de manera de mirar a los demás desde arriba.

Pero hacer una expresión facial particular es sólo el primer paso de una sonrisa. Niedenthal sostiene que la manera en que la otra persona interpreta la sonrisa es igualmente importante.

Pero lo más importante, sostiene, es que la gente reconozca las sonrisas al imitarlas. Cuando una persona que sonríe cruza sus ojos con otra, ésta sin saberlo también remeda una sonrisa. Niedenthal y sus colegas citan investigaciones que indican que esta imitación activa muchas de las mismas regiones cerebrales que están activas en el que sonríe.

Una sonrisa feliz, por ejemplo, está acompañada por actividad en los circuitos cerebrales de la gratificación y mirar una sonrisa feliz puede despertar también esos circuitos. Remedar una sonrisa amistosa produce un patrón de actividad cerebral. Activa una región del cerebro llamada corteza orbitofrontal que distingue los sentimientos que tenemos por la gente con la que tenemos una relación cercana de la de otros. La corteza orbitofrontal se activa cuando los padres ven sonreír a sus propios bebés, por ejemplo, pero no cuando ven a otros niños.

Gestos falsos

"Expresar las sonrisas no sólo permite que la gente reconozca las sonrisas", asegura Niedenthal. También les permite reconocer las sonrisas que son falsas. Cuando inconscientemente imitan una sonrisa falsa, no experimentan la misma actividad cerebral que cuando experimentan una auténtica. Esa experiencia les hace saber que algo está mal.

En un estudio, ella y sus colegas están experimentando la idea de que la imitación permite a la gente reconocer las sonrisas auténticas. Mostraron imágenes de gente sonriente a un grupo de estudiantes. Algunas de las sonrisas eran genuinas y otras, falsas. Los estudiantes rápidamente pudieron establecer la diferencia entre ellas.

Luego, Niedenthal y sus colegas pidieron a los estudiantes que colocaran un lápiz entre sus labios. Esta simple acción involucró los músculos que de otra manera podían producir una sonrisa. Al no poder imitar las caras que veían, los estudiantes tardaron mucho más en determinar qué sonrisas eran reales y cuáles eran falsas.

La doctora Niedenthal y sus colegas también evaluaron la importancia del contacto visual en las sonrisas. Hicieron que los estudiantes miraran una serie de retratos como el del Caballero sonriente, del artista Frans Hals, del siglo XVII. En algunos retratos, el sujeto retratado no miraba al espectador, mientras que en otros las miradas se encontraban. En algunas pruebas, los estudiantes miraban pinturas que tenían los ojos tapados.

Los participantes establecían el impacto emocional de la pintura. La doctora Niedenthal y sus colegas encontraron, como lo habían previsto, que la gente sentía un mayor impacto emocional cuando los ojos estaban descubiertos que cuando estaban tapados. La sonrisa era idéntica en todas las pinturas pero no era suficiente. Es más: se advertían diferencias que eran más grandes cuando la cara del retrato tenía contacto ocular directo con el espectador.

Niedenthal sospecha que tanto ella como los otros psicólogos apenas están comenzando a aprender los secretos de sonrisas que los artistas explicaban hace siglos. Quizás hasta sea posible comprender por qué la sonrisa de Mona Lisa es tan poderosa.

"Yo diría que la razón por la que ha sido tan exitosa es porque uno logra el contacto ocular con ella -dijo Niedenthal-; además, el hecho de que el significado de su sonrisa sea doblemente complicado se debe a que la propia imitación de ella es también misteriosa y difícil."

Traducción de María Elena Rey

domingo, 30 de enero de 2011

Argentina: crean una golosina 'sana' a base de sandía.

Para muchos la sandía es una de las frutas favoritas del verano, aunque no todos saben que -además de rica- contiene sustancias que, según los científicos, hacen bien a la salud.



Ahora, esos beneficios podrán ser disfrutados a lo largo de todo el año gracias a la invención de investigadores argentinos que lograron crear una golosina a base del fruto.

La responsable del proyecto, María del Pilar Buera, trabaja en el Laboratorio de Propiedades Fisicoquímicas y Conservación de Biomoléculas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Buera y su equipo se dedican a hallar la forma de preservar moléculas de alimentos que son beneficiosos para la salud y su interés en la sandía surgió por su original color.




Una golosina sana

Agregando aditivos naturales derivados del almidón a la fruta deshidratada, lograron crear un bocado crocante. "Estábamos tratando de crear colorantes naturales estabilizados, ya que los que se usan en el mercado son sintéticos", explicó la experta a BBC Mundo.

Gracias a ese trabajo, se dieron cuenta de que el pigmento de la sandía tiene características antioxidantes, ya que contiene un carotenoide llamado licopeno que ayuda a prevenir algunas formas de cáncer y reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Por eso, decidieron buscar la forma de conservar esas propiedades en algún producto nutritivo que no se descomponga en poco tiempo.

Así, agregando aditivos naturales derivados del almidón a la fruta deshidratada, lograron crear un bocado crocante que –aseguran- es ideal para ser consumido como una golosina.


Mismas ventajas, otro sabor

Pero, ¿tiene gracia comer una sandía sin su jugo? Buera admite que el producto que crearon no tiene "el aroma y el sabor" del fruto, aunque sí tiene "gusto frutal". No obstante, la científica destacó la importancia de consumir alimentos naturales que conserven todas las propiedades del producto original. "Es una manera de poder obtener los beneficios de una fruta que es de estación, todo el año", señaló, explicando que la sandía deshidratada dura entre seis meses y un año.


Contra la obesidad

Cada vez más la ciencia y la tecnología trabajan para preservar los alimentos naturales y reemplazar los sintéticos y los químicos.

Según los expertos, la creación de este tipo de golosinas, que tienen componentes naturales y hacen bien a la salud, son vitales en la lucha contra la nueva pandemia del siglo XXI: la obesidad. En ese sentido, en algunos países desarrollados, como los europeos, ya es común fomentar el consumo de frutas y verduras entre los niños, en reemplazo de los caramelos, los chocolates, las galletas dulces y otros refrigerios.

Y los científicos quieren aportar su grano de arena. "Cada vez más la ciencia y la tecnología trabajan para preservar los alimentos naturales y reemplazar los sintéticos y los químicos", afirmó Buera.

La experta, junto con la investigadora de la Universidad Nacional de Luján, Alicia Gallo -quien escribió la tesis sobre la que se basaron estos hallazgos- recibieron llamados de productores de alimentos interesados en llevar las nuevas golosinas al mercado.

En tanto, las científicas ya están abocadas a su nuevo proyecto: crear golosinas naturales a base de otros vegetales. Habrá que esperar un tiempo para saber si en el futuro tendremos golosinas de zanahoria o remolacha, las verduras que ahora acaparan la atención de las expertas.



Fuente:
Diario Salud
www.diariosalud.net

Síndrome Urémico Hemolítico, uno de los peligros del verano.

Esta enfermedad afecta sobre todo a niños de menos de 6 años y no tiene cura. Una especialista explicó cómo se lo contrae y cuáles son las medidas de prevención.

Esta enfermedad es típica de la primavera y del verano. La Argentina tiene la triste fama de contar con más casos de Síndrome Urémico Hemólítico (SUH) que todos los paises del resto del mundo sumados. Mucho para una enfermedad que no tiene cura y que es la primera causa de insuficiencia renal aguda en los menores de 5 años y la tercera de trasplante renal en chicos.

¿La buena noticia? Prevenirla es posible, si se respetan hábitos básicos de higiene.




Las preguntas más frecuentes sobre el SUH


¿Qué es el Síndrome Urémico Hemolítico?

Su nombre describe bien de qué se trata. Es un síndrome porque tiene múltiples causas y afecta a varios órganos, entre otros al sistema nervioso central, al corazón, a la sangre, a los riñones y al páncreas; urémico porque sube la urea, debido al daño que causa en los riñones, ya que produce una pérdida súbita de la capacidad del aparato urinario para eliminar los residuos tóxicos; y hemolítico porque se rompen los glóbulos rojos y bajan las plaquetas.


¿Cómo se contrae la enfermedad?

La bacteria ingresa al organismo por ingestión de alimentos contaminados, aguas contaminadas o de persona a persona.


¿Qué síntomas presenta el niño que la padece?

Luego de comer el alimento contaminado, la diarrea (muchas veces, con sangre) empieza a las 72 horas, o, incluso, en los 7 días posteriores en algunos casos, y dura entre 3 y 4 días. Luego, puede disminuir la cantidad de orina del niño y algunos empalidecen porque se destruyen glóbulos rojos. También es frecuente que los menores estén decaídos o irritables.


¿Cómo es el tratamiento de la enfermedad?

Como no existe una cura, el tratamiento es de sostén. Consiste, en general, en transfusiones de sangre y diálisis. Si la evolución es buena, en general dentro de los 15 días los pacientes comienzan, lentamente, a recuperarse.


¿Qué alimentos se consideran “de riesgo”?

- La carne picada mal cocida.
- Las carnes jugosas de color rosado o rojo en el centro.
- Los alimentos cocidos que tomaron contacto con carne cruda.
- Los productos lácteos que pierden la cadena de frío.
- Las frutas y verduras que no se lavaron adecuadamente.
- Los jugos no pasteurizados.
- El agua no potable.
- Los alimentos procesados fuera de la casa donde uno no pueda estar seguro de cómo han sido cocidos o almacenados.


¿Qué precauciones habría que tener en casa?

- Respetar la cadena de frío de las carnes y los lácteos.
- Un alimento fresco puede permanecer dos horas como máximo en tiempo acumulativo a temperatura inadecuada (4 a 60 grados).
- Finalizar la compra del supermercado con las carnes y lácteos.
- No descongelar sobre la mesada, descongelar en la heladera o en el microondas o bajo un chorro de agua fría. Luego, colocarlo en la heladera.
- Una vez que se cocinó el alimento consumirlo pronto. Si se guarda en la heladera, antes de consumirlo llevarlo a temperaturas de como mínimo 70 grados (con dos minutos de microondas suele alcanzar).
- Evitar colocar carne en los estantes superiores de la heladera para evitar que se derrame su jugo sobre otros alimentos.
- No guardar alimentos crudos juntos con los cocidos.
- Considerar que los productos en la puerta de la heladera están expuestos a mayor temperatura.


¿En qué debemos prestar atención al cocinar?

- Lavarse las manos antes y después de procesar los alimentos.
- Al terminar, lavar todo lo que ha tomado contacto con la carne cruda, con agua bien caliente y jabonosa.
- No utilizar los mismos cubiertos con la carne cruda y cocida.
- Lavar frutas y verduras con agua potable y, de no ser posible, agregar 2 gotas de lavandina por litro de agua, esperar 30 minutos y lavar.
- Asegurarse de que la carne no sea jugosa ni esté rosada o roja en el centro.
- La carne picada está bien cocida cuando el suero que libera al cocinarse es transparente.
- Se recomienda lavar con lavandina al menos una vez por semana las tablas de madera donde se corta carne.


Consejos fuera del hogar

- Para las viandas escolares, luncheras térmicas o bolsas térmicas.
- Evitar darle al chico para que lleve al colegio productos lácteos.
- Si lleva alimentos que tienen que permanecer en frío, colocar un gel refrigerante o una cajita de jugo congelado.
- Lavarse las manos antes y después de cambiar los pañales, especialmente en las guarderías.
- Lavarse las manos luego de ir al baño.
- Clorar las aguas de natación adecuadamente y aquella de consumo que no sea agua corriente.



Fuente:
InfoBAE
www.infobae.com

La magia del psicoanálisis multifamiliar. La articulación del modelo psicoanalítico con la realidad del trabajo en el sistema público.

Avances en Salud Mental Relacional / Advances in Relational Mental Health
ISSN 1579-3516 - Vol. 9 - Núm. 2 - Diciembre 2010
Órgano Oficial de expresión de la Fundación OMIE
Revista Internacional On-Line / An International On-Line Journal

28/ene/2011 · Avances en salud mental relacional. 2010 Dic;9(2)

Autor-es: Fernando Burguillo Prieto

Resumen
Este trabajo es un intento de explicar desde el punto de vista vivencial y después teórico que la práctica del Psicoanálisis Multifamiliar, impulsada por el Profesor Jorge García Badaracco a lo largo y ancho de los últimos 50 años, es eficaz para la resolución de las dificultades psíquicas del paciente grave.

Se plantea también que sería una herramienta útil en la articulación del Modelo Psicoanalítico con otros muchos, destacando en este caso su práctica en el Sistema Público de Salud.


1. INTRODUCCIÓN
Mi llegada al Psicoanálisis Multifamiliar coincide con la llegada al Centro de Salud Mental de Parla, donde trabajo de Tania Martín. Tania me propuso formar un grupo planteado desde esta perspectiva de la que yo apenas tenía la referencia de que Jorge G. Badaracco trabajaba con grandes grupos de familias de psicóticos, con grupos de más de cien personas que quedaban muy lejos de mis posibilidades. Conocía también la existencia del grupo de Getafe del que Ángel Ramos me había hablado con entusiasmo y ahora, además, contaba con lo que Tania me trasmitía.
Tras el primer planteamiento de Tania, mi respuesta fue una especie de trato: “yo te ayudo con tu grupo de psicóticos si tú me ayudas con un grupo de límites” fuente de mis mayores quebraderos de cabeza. Tania me propuso juntarles en el mismo grupo, lo que me pareció complicado pero, aún con cierta reserva, acepté. Mis temores de aquel momento incluían las peores catástrofes, quizás alimentadas por el resto del equipo que tampoco terminaba de verlo claro, ya que se trataba de pacientes muy graves, algunos muy actuadores y con un riesgo de suicidio relativamente alto…
Aún con todo, nos pusimos a la tarea en Abril de 2007, con reuniones quincenales de una hora y cuarto de duración. Isabel Calero y Mayte Almendro nos acompañaron en la puesta en marcha con la ayuda de Esther García de Bustamante e Isabel Elustondo. Después se incorporaría Ana Blanco. Las normas eran pocas: respetar la confidencialidad y hablar (cuando cada cual quisiera hacerlo) desde la propia vivencia, nada más.
Tardé poco en empezar a ver los resultados. Los primeros en mí mismo pues empecé a sentir que el peso de mi agenda se aligeraba, y empecé a sentirme capaz de ofrecer una ayuda eficaz a mis pacientes más graves. En ellos, los cambios eran evidentes y sorprendentemente rápidos, incluyendo a pacientes que habían seguido con poco éxito tratamientos bastante intensivos en los Hospitales de Día. Posteriormente Mayte propone realizar una investigación sencilla teniendo en cuenta número de ingresos y visitas a urgencias, cambios en las pautas de medicación, etc. que acojo con escepticismo en un primer momento pues atribuyo los cambios a cuestiones más relacionadas con el desarrollo que con lo puramente sintomático y resulta que también pone en evidencia que el grupo permite disminuir la contención tanto farmacológica como la intervención de los dispositivos hospitalarios… Tanto es así que recientemente hemos comenzado con otro grupo en Pinto y mi idea para el futuro es ir ampliando este espacio para tratar de que las familias de todos mis pacientes graves tengan un lugar en alguno de los grupos.
Como decía, el Psicoanálisis Multifamiliar fue para mí primero una práctica y después, la evidencia de unos resultados sorprendentemente rápidos que, hasta ese momento, mis pacientes no habían logrado con otros tratamientos. A partir de ese momento, y a fin de no tener que creer en la magia, surge en mí un deseo de racionalización que me explique el porqué de estos cambios. Estas son algunas de mis reflexiones durante estos años.
2. MI INTERPRETACIÓN DESDE LA TEORÍA PSICOANALÍTICA
Los resultados hablaban de cambios reales en pacientes graves en un plazo sorprendentemente corto. La pregunta inevitable era ¿por qué funciona el Psicoanálisis Multifamiliar? Para intentar dar respuesta a esta cuestión pude acudir a los textos de Badaracco, pero mi rebeldía (o sí lo preferimos, mi narcisismo)me acerca y me aleja con parecida intensidad del aprendizaje reglado. Elegí, creo que no muy conscientemente, pensar por mí mismo desde el Psicoanálisis, lugar al que, por cierto, había llegado huyendo de la impotencia que me producían los modelos biologicistas en los que di mis primeros pasos como psiquiatra. También es cierto que después, cuando he podido acercarme con más calma a los textos de Badaracco y María Elisa Mitre sobre todo, he visto estas ideas reforzadas y ampliadas. Estas son algunas de las cuestiones en las que he pensado durante este tiempo y de las que no puedo garantizar su veracidad pero sí mi convencimiento en el momento actual.
2.1. LA COINCIDENCIA CON EL PSICOANÁLISIS
Creo que una de las claves de la eficacia de esta práctica es compartida con el psicoanálisis. El hecho de que, a diferencia de otros modelos terapéuticos, no tenga un programa que cumplir ni una limitación de tiempo, permite que cada persona en el grupo vaya realizando, a su ritmo, su propio proceso y pueda “darse cuenta” de las cosas sin vivir una imposición desde fuera. Creo que esto es clave, sobre todo para aquellos que no han podido desarrollar un auténtico yo. La sensación de “adoctrinamiento” produce frecuentemente en quien no ha podido ser más que un “magma narcisista” otra invitación a desarrollar un nuevo “falso self” quizás más adecuado a las exigencias sociales o de su entorno familiar más inmediato, pero no elude la sensación de renuncia a la propia autenticidad, al propio ser. Desde Winnicott podríamos decir que el Psicoanálisis Multifamiliar respeta “el gesto espontáneo” por muy inadecuado que éste pudiera parecer.
Por otra parte, al no poner un límite temporal, evitamos incidir en el fantasma del abandono tan presente en las organizaciones narcisistas y psicóticas. En este sentido creo que muchas psicoterapias no psicoanalíticas caen presas de una impaciencia que puede hacer huir al paciente grave. Pienso que la expectativa de ser abandonado (o dado de alta) cuando acabe el programa, independientemente de que se haya podido o no completar el proceso, puede inhibir en el paciente grave la posibilidad de confiar lo suficiente como para desplegar sus conflictos.
Como terapeuta en el Sistema Público confieso haber sentido en multitud de ocasiones esa misma impaciencia. La sensación de sobrecarga y el seguir recibiendo cada vez más pacientes graves sin poder ofrecer un espacio suficiente para que vayan pudiendo resolver sus problemas y, por tanto, sin poder darles salida al ritmo que siguen entrando, genera en mí la fantasía de que la agenda crecerá como un cáncer, y el volumen de pacientes desbordará mi capacidad de contenerles más pronto que tarde. Desde ahí es difícil recibir bien a los pacientes y fácil expulsarlos prematuramente. Esto no hace sino generar más trabajo aún pues lo normal es que el paciente persista en su intención de realizar su proceso alguna vez. Tampoco resulta difícil que surjan en el terapeuta deseos de que el paciente se aburra y deje de venir o incluso de que desaparezca de alguna manera.
2.2. COINCIDENCIA CON LO GRUPAL
Otra de las claves, en mi opinión, tiene que ver con el hecho de hacer coincidir en el tratamiento a pacientes y familiares en un espacio grupal. Cuando una persona no ha conseguido resolver de forma suficiente la tendencia a la vinculación simbiótica, difícilmente va a poder distinguir donde acaba el yo y donde empieza el otro. Trabajar con esta idea en la relación bipersonal no es tarea fácil. Desde la confrontación intentamos poner al paciente en la realidad y minimizar el daño que sus primitivos mecanismos de defensa (proyección, negación, escisión…) generan al self. A la vez, dicha confrontación produce en ellos sensación de confusión, de desconfianza en el propio sistema perceptivo y bastante rabia: cuando uno funciona desde el yo ideal, no es fácil escuchar que se está equivocado o confundido. Desde ese lugar, cuesta mucho aceptar planteamientos distintos a los propios sin la sensación de tener que renunciar a ser uno mismo. Creo que ésta es una de las razones que impiden a muchas personas acceder a tratamientos psicoanalíticos más ortodoxos.
El psicoanálisis multifamiliar permite abordar esta dificultad de otro modo, respetando los mecanismos de defensa, y permitiendo la posibilidad de que se realicen intervenciones efectivas antes (o independientemente) de que se establezca la transferencia con el terapeuta ya que los habituales depositarios del objeto en la relación, los familiares, están ya presentes. Esta práctica se beneficia aquí de una de las principales ventajas de los abordajes grupales. Por la propia vivencia familiar, no tardan en aparecer en el grupo expresiones de esta simbiosis no disuelta que afecta tanto a los pacientes designados como a los familiares (habituales depositarios del objeto en la relación con ellos y viceversa). Esto ocurre ante los ojos del resto del grupo: pacientes, familiares y terapeutas que observan desde fuera. Cuando esto ocurre y, por ejemplo, una madre y un hijo comienzan con un rosario de reproches, descalificaciones, culpabilizaciones… etc., el resto de las familias va viendo desde fuera y con mayor distancia emocional cómo se desarrollan estas dinámicas. En el espejo de los otros es posible la identificación, quizás primero de forma directa (hijo a hijo/madre a madre) pero a veces también cruzada. Pienso que, con el tiempo, estas identificaciones van siendo cada vez menos masivas, más parciales, y van encontrando en el otro (madre o hijo) aspectos comunes y aspectos diferentes, y creo que esto es posible porque, viviéndolo afuera, uno no siente que ponga en riesgo la propia identidad, por muy en falso que ésta haya sido construida. Esta dimensión vivencial en carnes propias, pero en cabeza ajena, permite ir comprendiéndose mejor y también ir comprendiendo mejor al otro, y va perfilando los límites entre el yo y el no yo.
Dando una vuelta más de tuerca, este proceso se realiza, además, en presencia de quien es el depositario de buena parte de las proyecciones de uno, y esto vale para todos, sean o no pacientes designados. Este ir tomando conciencia juntos puede ir abriendo un espacio para el diálogo de las cuestiones importantes, de las dificultades en la relación mutua, sin pasar por el duro proceso del enfrentamiento que anteriormente permitía ponerlas en evidencia, pero rara vez resolverlas.
2.3. EL MANEJO DE LA VIOLENCIA
De aquí arranca otra de las cuestiones que considero fundamentales para explicar qué hace del Psicoanálisis Multifamiliar una herramienta útil para la resolución de los conflictos del paciente grave: el manejo de la violencia. Si admitimos que el yo es una excrecencia del ello, y el ello es eros y tánatos parece difícil esperar el desarrollo de un yo más auténtico sin que la violencia (y el amor) vayan saliendo al sistema social. Independientemente del enfoque grupal o individual entendemos que ofrecemos un gran beneficio al paciente cuando soportamos su agresión sin retaliar, pero ¿hasta dónde debe un terapeuta soportar la agresión? Y también ¿hasta dónde es capaz un paciente de desplegar la agresión? Acude a mi memoria en este punto la conferencia de Otto Kernberg en este mismo espacio en homenaje a Paulina Kernberg, en la que dedicó buena parte de la discusión a contar viñetas clínicas en las que sus pacientes realizaban expresiones violentas. Dejó claro que, en ningún caso, el terapeuta debe poner en peligro su propia seguridad y nos fue explicando, una a una, cómo manejó dichas situaciones. No es raro terminar hablando de la violencia en las conferencias de los clínicos activos que trabajan con pacientes difíciles.

Tengo la impresión de que buena parte de estas expresiones violentas tienen como motor el deseo del sujeto de expresar su necesidad de ser aún siendo imperfecto sin tener que ser abandonado por ello. Pienso también que el destinatario último de esa demanda no está fuera sino dentro y es a expensas de su Yo Ideal: ese mismo que probablemente genera las voces que critican o comentan dentro de su cabeza la conducta, los deseos o los pensamientos. Este Yo Ideal está dentro, pero se vive y se actúa fuera, y probablemente más lejos cuanto más enfermo está el sujeto. Esa demanda del “déjame ser, aunque sea así”, tantas veces repetida como desoída, requiere a veces ser expresada a gritos, con lo que resulta aún más difícil de escuchar. Los depositarios de ese Yo Ideal son, en primer término los propios padres o, en el mejor de los casos la pareja, y en segundo término los terapeutas que intentamos ayudar a deshacer el entuerto, y en esta escalada de violencia lo normal es que quien escucha se asuste cada vez más. Una buena salida para el Yo Ideal, propio y ajeno, es atribuir el descontrol a la enfermedad y, desde ahí, demandar mayor y mejor contención con lo que se intentan silenciar los gritos, frenar la violencia… Callar esta voz, habitualmente con la colaboración de los dispositivos sanitarios, implica partir en dos al sujeto (mitad sano/mitad enfermo) permitiendo que la escisión le siga privando de una parte de sí. Silenciarlo implica frenar algo que es espontáneo en el paciente y que contiene, posiblemente, aspectos genuinos más propios que la “deseada sumisión” que se persigue (y a veces se consigue).
La expresión de la violencia es una de las cosas que más llamó mi atención en estos grupos desde el principio. El manejo de estas situaciones ha sido, probablemente, una de las cuestiones más debatidas en las reuniones “postmulti” que hacemos. ¿Hasta dónde debemos permitirlas? ¿Hasta dónde hay que proteger al grupo? ¿Dónde está el límite? No es fácil llegar a un acuerdo. Podemos pensar que el límite lo fija el terapeuta o también que el límite lo pone el propio grupo. En mi opinión es el propio paciente quien lo pone. La experiencia, en diversos contextos más allá de este espacio, nos dice que, afortunadamente, pocas veces llega la sangre al río. Pienso que esto se debe a que el motor de esa violencia no es dañar al otro (aunque lo haga) sino hacerse escuchar y poder diferenciarse, y que, por ese motivo, sólo se despliega cuando el paciente percibe que se encuentra en un espacio suficientemente contenedor como para poder descontrolarse y, a la vez, con suficiente capacidad de escucha como para ver satisfecha esta necesidad.
En este sentido la violencia puede crecer mucho, pero cuando el paciente percibe que no será escuchado probablemente se marchará, quizás con la esperanza de lograrlo la próxima vez aunque tenga que subir un paso más en su escalada de gritos. Pienso que la violencia extrema del enfermo grave, habitualmente en forma de suicidio u homicidio, ya sea en grado de tentativa o consumado, se produce habitualmente cuando concluye que su verdadera expresión es tan dañina (o tan inadecuada) que esto no va a poder ser. Entonces puede caer preso de la desesperación y asumir que no hay otra salida que morir o matar fuera lo que ve fuera, aunque esté dentro. Creo que ahí está el máximo riesgo de pasar al acto matando o matándose, pero creo que es también el lugar al que se llega en la enfermedad mental grave cuando esto no ocurre a nivel manifiesto: cuando uno llega a ese nivel de desesperanza una forma de matar psíquicamente al verdadero yo es dejarlo preso, bien escondido, lo que sirve entre otras cosas, para intentar proteger a su entorno de su fantaseada potencia destructora, sensación que se me antoja más clara cuando pienso en la esquizofrenia residual o en la catatonía.
Pienso también que, como la razón de ser de esta violencia no es habitualmente dañar sino hacerse oír para que un otro desde fuera pueda ayudarle a salir del enredo en el que se encuentra, su despliegue encuentra también un límite en la capacidad de ser escuchado por los otros. No creo que este planteamiento sorprenda a quienes trabajan con pacientes narcisistas y psicóticos. Con estos pacientes no es raro tener que soportar expresiones muy hostiles sobre todo en las primeras entrevistas, que podrían tener como objeto medir la capacidad del terapeuta. Sabemos también que si uno no aguanta el tirón en estas primeras expresiones, lo normal es que el paciente abandone la terapia. Desde ahí es posible deducir que la posibilidad de que se despliegue esta violencia tendrá algo que ver también con la capacidad del otro (u otros) para soportarla.
Tal y como vengo apuntando, el grupo aporta en esto un valor añadido a lo que puede soportarse en la relación bipersonal, y en esto incluyo a los familiares y también a los terapeutas. En la relación de a dos, el miedo aparece relativamente pronto y minimiza la capacidad de escucha. En el grupo, el miedo se comparte y la capacidad de contención se multiplica. Desde ahí es más fácil su despliegue, aunque con esto no quiero decir que quien es objeto de la agresión pueda escucharlo. Puede que sí o que no pero, frecuentemente, son los otros miembros del grupo, a menudo menos inundados por la emoción, quienes pueden escucharlo mejor. Resulta muy emocionante ver como el grupo suele devolver cariño después de una expresión violenta, y más aún como suele recibirlo el supuesto “agresor”. Después suelen venir la tranquilidad de haber podido expresarse, aún con malas formas, y de ser aceptado a pesar de todo. Entiendo que la emoción debe participar en cierta medida de la sensación de vergüenza, pero sobre todo de calma y que ambas resultan reparadoras en la medida que dan paso a la elaboración comprensiva.
Podría deducirse de mis palabras que la violencia hay que permitirla, o incluso que incentivarla pero tampoco es esto lo que quiero decir. Esta violencia tiene un precio incluso más allá de la propia agresión. La vergüenza a la que antes aludía parte también de ese Yo Ideal y, en sí misma, más que reparar podría facilitar posteriormente la inhibición. Creo que en este sentido es más reparadora la culpa depresiva pensando desde Melanie Klein en “Amor, culpa y reparación”. Seguramente el ideal al que podríamos tender sería algo más parecido a bajar los decibelios de la música estridente lo máximo posible pero sin dejar de escuchar la letra de la canción.
2.4. LA CONFIANZA
Hay un aspecto más en el que quisiera incidir, y que también tiene que ver con el hecho de trabajar en el mismo espacio con pacientes y familiares. Tengo la impresión de que muchas veces el paciente grave que no ha desarrollado la capacidad de confiar tiene, en la relación bipersonal, tan solo dos opciones: puede pelearse con nosotros, con el tratamiento, negar la enfermedad… etc. y en el mejor de los casos establecer una transferencia psicótica que el terapeuta pueda soportar e interpretar, o bien aceptar sumisamente nuestras instrucciones, pero difícilmente va a poder confiar. En este sentido, la honestidad o la buena voluntad del terapeuta es una condición necesaria, pero no suficiente. Creo que muchas veces el paciente grave, aún cuando acepta nuestros planteamientos, no es porque esté convencido de que encierren la verdad. En muchas ocasiones, cuando piensa que tenemos una voluntad auténtica de ayudar, piensa que le decimos lo que es lo mejor para él, pero sin que esto implique necesariamente la autenticidad. Esto podría parecerse al planteamiento habitual de muchos padres que dicen “te lo digo por tu bien, y ya lo entenderás cuando seas mayor” con la implicación de que, al final, soy yo (que sé más) quien decide por ti y tú (que no sabes) tendrás que hacer lo que yo digo porque eso es lo mejor para ti.
Acude a mi memoria la expresión en un contexto no terapéutico de un joven con una relación estrecha con su madre, entrado en la treintena y sin haber accedido nunca al mercado laboral ni a ninguna relación sentimental duradera. Esta relación con su madre se había quizás estrechado aún más en los últimos meses por el reciente fallecimiento de su padre. Me llamó la atención un comentario que hizo al hilo de la conversación. Se hablaba de que su abuelo había alimentado durante años a las palomas en su casa y él comentó que al final, con la mejor intención podría haberlas perjudicado mucho porque, al irse el abuelo de la casa, las palomas no tendrían comida y al haber tenido comida durante todos estos años no habrían desarrollado (o habrían perdido) la capacidad de conseguirse el alimento por sus propios medios. Este comentario contrasta con su actitud en la realidad externa dónde acepta de aparente buen grado el cobijo que su madre le sigue ofreciendo, pero seguramente traduce el temor al desabastecimiento de quien se siente incapaz autoabastecerse. Este temor, como digo, quizás se hizo más presente desde la reciente muerte de su padre. Creo que este chico, sin diagnóstico de enfermedad mental quizás gracias a su actitud sumisa, está lejos de ser consciente de la trama en la que se halla inmerso. Sin embargo creo que la lectura que hace de esa realidad concreta deja claro que, de alguna manera, sabe que los cuidados externos, por muy deseables que sean, implican también el peligro de bloquear el adecuado desarrollo de las propias capacidades (o la vivencia de esto) cuando terminan resultando excesivos. Desde ahí la necesidad y el temor al cuidado del otro están, y la capacidad de confiar resulta difícil de establecer. Si algún día decidiera ponerse en tratamiento y buscar el cuidado de un terapeuta ¿hasta qué punto podría confiar en el beneficio de sus cuidados? Desde aquí parece difícil pensar en la posibilidad del establecimiento de una adecuada transferencia, al menos en los primeros momentos, porque defenderse de un enemigo percibido como malintencionado puede ser más o menos fácil, pero ¿cómo se defiende uno de las buenas intenciones de alguien que, además, se percibe como necesario? Hay un refrán castellano que termina dejando esto en manos de Dios, supongo que porque tampoco confía en que “el hombre” pueda resolverlo y reza: “Dios mío líbrame del toro manso, que del bravo me libro yo.”
Con respecto a la confianza, el Psicoanálisis Multifamiliar tiene, a mi entender, dos posibles ventajas: por un lado, que no requiere ser establecida para empezar a trabajar y, por otro que seguramente permite un efecto reparador. El planteamiento de “ven y escucha, con respeto, sin empeñarte en tener razón, sin querer convencer ni tener que dejarte convencer, y luego haz lo que quieras”, permite empezar a escuchar y a pensar sin necesidad de confiar en lo que te van a decir. Después, el propio grupo va entretejiendo un mensaje común a pacientes, familiares y terapeutas, que parte de todos y del que cada cual irá aceptando lo que entienda como aceptable, nada más, para poder continuar su proceso de desarrollo. Este planteamiento deja mucho más claro, sin trampa ni cartón, que nadie sabe a ciencia cierta lo que hay que hacer y que cada aportación es importante. Pienso que esto permite el establecimiento o restablecimiento de una sensación de confianza (en uno mismo y en los demás) que Erikson llamó básica y planteó en el primer escalón del adecuado desarrollo. Considero, en este sentido, que probablemente la confianza, y más aún la “fe ciega” no resulten de gran ayuda, pero estoy convencido también de que la desconfianza bloquea en gran medida la posibilidad de acceder de verdad a la psicoterapia, sea ésta de la orientación que sea.
2.5. LA ATENCIÓN A SEGUNDOS Y TERCEROS
Entiendo, por tanto, que el Psicoanálisis Multifamiliar, al ofrecer un espacio terapéutico al que se puede acceder sin exigencias ni premuras, sin atentados contra el Yo Ideal y los mecanismos primitivos de defensa, sin necesidad siquiera del establecimiento de una relación de confianza con el terapeuta, permite empezar a disolver las relaciones simbióticas y desde ahí afrontar aquellas cuestiones pregenitales que suponen, probablemente, la principal fuente de sufrimiento psíquico, ya sea considerado el sujeto psicótico, límite o neurótico o incluso sano. Creo además que, en este sentido, son importantes las aportaciones a las que he hecho mención en lo que atañe a la mejor discriminación del yo-no yo, a la posibilidad de ser escuchado a pesar de la inadecuación o la violencia de las expresiones, a la reparación de la confianza en el paciente pero también en los terapeutas y familiares que pueden ahora creer en las posibilidades de mejoría de los pacientes designados… Todo esto entroncaría con otra de las claves: la atención al entorno del paciente (familiares y terapeutas en primer término) que pueden ahora cambiar de posición para ser parte más activa de la solución y menos parte del problema. Todas estas consideraciones dejan claro que la “hipercomplejidad” de la que habla el Profesor Badaracco es obvia: muchos sujetos y muchas variables jugando su papel en cada uno de ellos hacen difícil encontrar fórmulas magistrales o explicaciones universales que nos sirvan a todos.
El enfermo mental grave se encuentra en buena medida preso en una trama que, por su persistencia en el tiempo, termina resultando incapacitante. Sin embargo, él no es el único que sufre sus consecuencias. Creo que estas dificultades son comunes, o como mínimo complementarias a las de los habituales depositarios del objeto en la relación: padres, parejas…etc. y me atrevería a decir también que muchas veces a las de sus terapeutas. Por eso el abordaje familiar aporta importantes ventajas. Sabemos que el bebé, cuando nace y es absolutamente dependiente de quien ejerce la función materna, requiere del establecimiento de la vinculación simbiótica para iniciar su proceso de construcción y adecuado desarrollo psíquico. También sabemos que para que este proceso continúe en su normal desarrollo requiere también, en un momento dado, de la llegada de un tercero con una función paterna colocada en un lugar de cierta autoridad y protección. La enfermedad mental grave participa mucho del inadecuado afrontamiento de esta nueva situación en el hijo, pero también en los padres.
El tercero que no llega a entrar en esta relación difícilmente podrá seguir en el futuro su adecuado desarrollo después de este frenazo en la generatividad. Aún así, plantear en los padres el logro de este nivel de desarrollo no deja de ser casi el mejor de los casos que vemos en la práctica. Hablamos con frecuencia del “padre ausente” en la enfermedad mental, pero estas ausencias no suelen ser casuales. En muchos de los casos, lo que vemos son padres también enfermos, diagnosticados o no, con frecuentes situaciones de maltrato en el contexto familiar, dependencia de sustancias… etc. que terminan haciendo realidad las ausencias, los abandonos, los fallecimientos… Sus presencias en la familia, lejos de representar figuras de cuidado y protección, o mucho menos autoridad, representan un peligro del que conviene tomar distancia. En estos casos, lo habitual es que sus mujeres y sus hijos no puedan ver en ellos más que ese aspecto parcial tan negativo, siendo al final su expresión casi constante la “identificación con el agresor” donde quedan atrapados.
Desde ahí, lo que pueden hacer, igual que planteábamos antes que hacía el paciente grave, es someterse, anularse, suicidarse física o psíquicamente para proteger a su entorno de su “peligrosa” espontaneidad o seguir expresando cada vez más violentamente su deseo de formar parte, de ser aceptado a pesar de sus imperfecciones. En este sentido, la trama familiar enfermante en la que están presos no creo que pueda ser la causa del establecimiento de esta identidad. Creo que esto sólo es posible si entendemos que el padre es también un magma narcisista que actúa en función de lo que entiende que son las respuestas a los estímulos de su entorno y no en función de sus propios planteamientos y decisiones, es decir, que no cuenta con la fortaleza yoica necesaria para mantenerse en pie a pesar de que los vientos soplen fuerte.

La madre, por su cuenta, y al igual que el hijo y el padre, quedará atrapada en ese enredo bloqueándose también su desarrollo. La impresión en este punto es que al no poder seguir madurando, no tendrá otro remedio que recurrir a la fantasía de que las cosas seguirán así para siempre: que su hijo seguirá siendo un bebé y ella una madre omnipresente, imprescindible para resolver las dificultades de su hijo tan incapaz. El paso del tiempo y el envejecimiento físico desacorde con esta falta de maduración psíquica no harán sino aumentar la angustia y la desesperación de ver que cada vez queda menos tiempo y una sola vida no será suficiente para completar el proceso.
No resulta raro en los grupos escuchar a las madres culpar a los hijos de su prematura muerte (por ejemplo a disgustos) a la par que les siguen tratando como si fueran bebés. Resultó muy gráfica la intervención de Luciana de Franco en el Congreso Internacional de Psicoanálisis Multifamiliar de Buenos Aries (Noviembre de 2008) en el que hablaba de un psicótico en la treintena, de gran corpulencia y una madre pequeñita que, tras el típico discurso ambivalente “vete de mí, no me dejes”, alguien le preguntó si quería que su hijo se fuera. La madre abrió las piernas y haciendo aspavientos con las manos hacia sí misma gritaba “No, yo quiero que se quede, yo quiero que se quede”. Que los hijos se vayan deja a las madres solas (o incluso mal acompañadas por un “marido peligroso”) y eso puede asustar mucho, pero eso no es lo único que pasa. Muchas mujeres, que han sido “madres” por encima de cualquier otra cosa en la vida, con esta renuncia se juegan casi el cien por cien de su precaria identidad. Una vez más planteo que si la madre hubiera logrado un yo suficiente en lugar de tener que reinventarse entera como madre no habría tanto problema en la renuncia. No creo, por tanto, que pueda atribuirse esta falta de identidad a la trama familiar en la que se encuentra ahora, sino que el problema viene probablemente de más atrás. Pienso ahora en los textos de psicología transgeneracional cuando hablan de que hacen falta tres generaciones para que aparezca la enfermedad mental grave o cuando dicen que un trauma no elaborado en la primera generación, se sufre en la segunda y en la tercera se actúa, por ejemplo.
Lo que tienen que afrontar los padres de los pacientes graves cuando logran desatar estos lazos no es tarea fácil y el Psicoanálisis Multifamiliar añade la ventaja de no dejarles solos en este trance. No es infrecuente que cuando un paciente acude al grupo, y ve que sus padres están en buenas manos, deje de venir y siga su camino por otro lado sabiendo que sus progenitores están al abrigo del grupo. La presencia del grupo favoreciendo que se retome ese desarrollo detenido puede tranquilizar lo suficiente como para poder abrir los brazos tanto para soltar al hijo como para recibir al tercero que perdió su lugar años atrás (o a otro nuevo). De hecho les abre paso porque el grupo, en sí mismo, no deja de ser una constelación de terceros que les tiende la mano, que se alía con cada uno de ellos para ayudarles a salir del enredo.
Quisiera añadir en este punto que atribuir a los progenitores la total responsabilidad de la circunstancia de enfermar en los hijos, además de muy culpabilizador, me parece una exageración. En primer lugar, cuando logran hablar de sí mismos en los grupos, no es raro que aparezcan vivencias y situaciones con un nivel de dramatismo e intensidad equiparable a las de los pacientes designados. Por otra parte, no resulta extraño encontrar madres de hijos enfermos de diferentes trastornos con bases genéticas o ambientales mucho más claras (Síndrome de Down, Parálisis Cerebral Infantil… etc.) que caen presas de estas mismas tramas. Aquí podríamos entender que fue el huevo antes que la gallina, seguramente con todos los matices de madurez yoica que queramos poner pues lo cierto es que no todas las familias reaccionan igual ante los mismos problemas. Aún así, la percepción de insuficiencia en un hijo, parta ésta de donde parta, es lógico que estimule actitudes sobreprotectoras en la madre bienintencionada y la exclusión del padre es lógico que genere rabia, impotencia, exigencia…en el padre con la mejor intención.
Lo que quiero decir es que, en cualquier caso, al igual que al paciente designado le cuesta escuchar confrontaciones y señalamientos, a los padres les ocurre lo mismo. En cierta medida nos ocurre también a los profesionales aún teniendo mayor distancia emocional. En este sentido, aprender y mejorar implica que antes las cosas se hacían peor pero no creo que se pueda culpar a nadie que hizo, ante la dificultad, lo mejor que pudo, aunque las cosas se pudieran haber hecho mejor. En cualquier caso, lo que parece claro es que la no disolución de esta trama complica las cosas aún más, y que su resolución volvería a poner en marcha los trenes madurativos de cada uno, devolviendo a pacientes y familiares la posibilidad de llegar a Itaka.
2.6. LOS TERAPEUTAS
Después de hacer este repaso por algunos aspectos que atañen a pacientes designados, a familiares, a la relación entre ellos, etc. quisiera también hacer algunas consideraciones sobre lo que aporta el Psicoanálisis Multifamiliar a los terapeutas. Cuando anteriormente hablaba de los cambios que había observado y empezaba por hablar de mis propios cambios creo que no lo hacía por casualidad sino porque creo que esta herramienta produce también algunos cambios en los terapeutas que jugarán un papel importante en el proceso terapéutico de cada uno de los miembros del grupo. El primer cambio ya lo he mencionado varias veces y tiene que ver con la confianza que resurge en el terapeuta que ve posibilidades reales de mejoría en el paciente grave, más allá de lo meramente sintomático o conductual. No quisiera aquí hablar de curación y reabrir el complejo debate psicoanalítico sobre esta posibilidad. Me conformo con admitir la posibilidad de que el paciente diagnosticado de un trastorno mental grave pueda hacer algo más que cronificarse, y aquí incluyo el apellido “resistente” que ponemos muchas veces a las esquizofrenias, depresiones… etc. y me refiero también al hecho de que la “mejoría” bien entendida va más allá del control de los síntomas. En este sentido, tal vez sea una ingenuidad pensar que la confianza del terapeuta en las posibilidades de los pacientes tenga, por sí misma, poder curativo pero estoy convencido de que la falta de esa confianza ayuda poco a que el paciente pueda seguir avanzando. La evidencia de los avances de los pacientes en el grupo va cambiando también la mirada de los terapeutas sobre ellos e incluso sobre sí mismos que se sienten ahora más capaces de ayudar de manera efectiva.
Más allá de este cambio en la mirada del terapeuta sobre los pacientes, creo que desde el punto de vista técnico también hace importantes aportaciones. Desde la psiquiatría más biologicista, el abordaje del paciente grave pasa por un correcto diagnóstico y por la prescripción de un tratamiento adecuado y, si asociamos el enfoque comunitario, adherirles a dispositivos casi siempre más rehabilitadores que terapéuticos. Hasta ahí, al menos en la teoría, la tarea resulta fácil. El problema surge después cuando muchos pacientes se rebelan contra el diagnóstico, rechazan los tratamientos, se desvinculan de los dispositivos sanitarios… o aunque acepten nuestras indicaciones continúan con síntomas y alteraciones de la conducta que producen malestar en su entorno inmediato, o a veces resultan peligrosos, generan alarma social y las familias y la sociedad asustadas critican nuestra ineficacia porque sus expectativas sobre la medicina resultan insatisfechas, y generan en los dispositivos sanitarios pesimismo, impotencia, frustración… todo esto, aún desde la perspectiva de hacer “lo posible”, deja a los terapeutas con frecuencia en una sensación de soledad frente a un problema que consideran irresoluble.

Desde el enfoque psicoanalítico más ortodoxo diríamos que el problema no nos compete puesto que no son pacientes analizables, y desde otras perspectivas psicoanalíticas más aperturistas podríamos hablar de iniciar el tratamiento, trabajar las defensas de no vinculación, soportar (si es que la admitimos) la transferencia psicótica y desde ahí confrontar, poner en la realidad, devolver alfa, soportar la agresión sin retaliar, etc… eso sí, Winnicott ya nos advirtió que pacientes tan graves sólo unos pocos al día y que en plena crisis solamente uno cada vez… En definitiva: en las agendas normales de un CSM, con varios casos nuevos cada semana, muchos crónicos y unas doscientas cincuenta historias abiertas simultáneamente para cada terapeuta, el planteamiento resulta sencillamente impensable.
En los grupos de Psicoanálisis Multifamiliar, la sensación es que se pueden trabajar los aspectos más primitivos del individuo sin la intensidad y sin la carga emocional que todas estas intervenciones supondrían, y creo que esto se debe fundamentalmente a las cuestiones que tienen que ver con la posición del terapeuta, la vinculación con el paciente y, desde ahí todo lo que ocurre en la transferencia y la contratransferencia. Desde el Psicoanálisis bipersonal uno debe permitir el establecimiento de una vinculación simbiótica y desde ahí ir trabajando hasta que el paciente pueda modificar su relación de objeto y con eso sus defensas, su posicionamiento ante sí mismo, su realidad interna y finalmente su incardinación en la realidad externa cada vez en función de motivaciones más conscientes.
En este nuevo encuadre, el paciente nos trae la representación externa de esta vinculación, y la actúa de forma similar a como la actúa fuera del grupo, siendo este material, en primer término, el objeto de nuestra atención. Dicho de otro modo, el objeto de nuestra intervención pasa de ser el paciente en si mismo a ser la trama enfermante en la que resulta más facil posicionarse como tercero que en la relación de a dos. Habría mucho que interpretar a cada individuo en cada expresión que hace con su familia, y sin embargo, uno se da cuenta pronto de que eso no es lo mejor que se puede hacer. Los miembros del grupo puede que no sepan nombrarlas, pero conocen muy bien, en carnes propias, los efectos de este tipo de vinculación y sus defensas, y terminan diciendo con frecuencia aquello que nosotros hubiéramos querido decir. La diferencia es que, además, quien se lo dice lo hace de igual a igual, sin ser una figura que represente al necesario y peligroso (en el mejor sentido posible) cuidador que puede ser el terapeuta. Pienso, además, que aquí lo importante no es lo que se dice, sino la vivencia que cada uno va teniendo con lo que ocurre. Desde ahí, la labor del terapeuta (o conductor) es mucho más sencilla: intentar que la gente pueda escuchar y que, cuando alguien quiera intervenir, lo haga desde su propia vivencia, desde sus sensaciones, desde su experiencia, sin empeñarse en convencer a nadie de que tiene razón, lo que terminan siendo en gran medida pequeñas o grandes “interpretaciones transferenciales” para todos aquellos que están sintiendo en el grupo. La labor se centra más en extraer la emoción de cada historia que resulta así mucho más generalizable y por tanto compartible en lo común. Entiendo que la posición del terapeuta en el Psicoanálisis Multifamiliar se acercaría más a la posición del tercero que a la posición de depositario del objeto, necesaria en un primer-segundo tiempo en el Psicoanálisis Bipersonal.
Ya he mencionado en otros momentos que, en mi opinión, la enfermedad mental atañe sobre todo a la realidad interna pero, en el paciente grave, lo interno y lo externo está tan mezclado y, a la vez tan fragmentado, que incidir sobre ello sin cuestionar demasiado el aparato perceptivo y sin dañar la fragilidad narcisista del paciente resulta extraordinariamente complejo. En el grupo de Psicoanálisis Multifamiliar, se admite este trabajo sobre lo manifiesto, con los aspectos parciales internos y externos de forma simultánea para poder sentir y después pensar, cada uno en la medida de sus posibilidades, e ir comprendiendo poco a poco lo que a cada uno de nosotros nos va pasando en relación con ello.

Mi vivencia como terapeuta es que la carga emocional que supone para mí el grupo es, en definitiva, mucho menor que la suma de las cargas que suponía la relación con cada uno de estos pacientes difíciles en las sesiones individuales. Digo más: la vivencia en este punto es grata, porque la sensación de estar ofreciendo mayor y mejor contención y, además, una posibilidad terapéutica real, de ayuda eficaz contrasta con la vivencia anterior donde la sobrecarga y la impotencia tenían mucha más presencia.
2.7. LA HETEROGENEIDAD
No quisiera cerrar este epígrafe sin hacer alusión a un aspecto más que también juega su papel y que tiene que ver con el concepto de “heterogeneidad” a la hora de incluir pacientes en el grupo. No sé si se trata de un prejuicio mío o es una cuestión más general pero a veces parece que arrastramos la idea de que el Psicoanálisis Multifamiliar fuera, en su planteamiento inicial, una terapia para psicóticos. Sin embargo sí creo que este encuadre incide de manera especial en los aspectos pregenitales, en las dificultades de desarrollo tempranas. Estas dificultades están más presentes en los psicóticos pero, en mayor o menor medida, casi todos los seres humanos participamos de ellas y son, en mi opinión y como ya dije antes, la principal fuente de sufrimiento psíquico independientemente del diagnóstico estructural.
Siguiendo la metáfora de Freud y el ejercito de soldados retenidos en batallas más o menos arcaicas que no están disponibles para conquistar nuevos territorios, parece entendible que si conseguimos ir desatando nudos de las etapas más tempranas, el tren de desarrollo contará con más energía disponible para seguir avanzando, sea la que sea la estación intermedia en la que ha quedado retenido. Sin embargo, el tratamiento simultaneo de personas distintas, con diagnósticos y conflictivas diferentes vuelve a parecer una tarea compleja.
Desde la teoría psicoanalítica entendemos que, desde el punto de vista técnico, el abordaje de la conflictiva obsesiva o histérica es distinto del de la cuestión narcisista y de las psicosis. Sin embargo, no hay un mensaje distinto que ofrecer a unos y otros (o quizás ni siquiera hay un mensaje común). A pesar de todo, la apuesta de la heterogeneidad no va exenta de algunas fantasías de posible perjuicio, a veces con los más frágiles que podrían confundirse más, y otras con los más maduros que podrían regresar a posiciones más arcaicas.
La experiencia, lo que nos dice es que no ocurre ni una cosa ni la otra. Más bien, las vivencias de cada uno, la puesta en escena de cada dificultad, ofrece una posibilidad para pensar que enriquece a todos. De hecho, la homogeneidad del diagnóstico resulta imposible cuando incluimos a familiares, muchas veces supuestamente sanos. En nuestros grupos, que empezaron con familias de psicóticos y narcisistas, el criterio de inclusión tendría más que ver con que se trate pacientes difíciles y con dificultades familiares que con ningún diagnóstico en particular. En mi caso, diría incluso que el principal criterio de inclusión es la angustia del terapeuta (o sea, la mía). Cuando llevábamos algo menos de un año incluimos también dos pacientes diagnosticados del Trastorno Obsesivo Compulsivo con sus familias cuya mejoría también nos resulta evidente y cuyas aportaciones al grupo resultan de gran interés para todos.
3. A MODO DE CONCLUSIONES
Para intentar concluir este trabajo me planteo, en primer término, pensar cómo he llegado hasta aquí. Tal y como he explicado antes, llegué al psicoanálisis buscando obtener herramientas teóricas y técnicas, diagnósticas y terapéuticas para poder ayudar a mis pacientes, a los enfermos mentales que sentía tratar insuficientemente desde modelos más biologicistas. Como médico, aprendí a utilizar los psicofármacos a los que reconozco su utilidad y que sigo usando convencido de que en algunos casos son imprescindibles y casi siempre útiles, pero también muchas veces insuficientes.
Por otra parte, la teoría psicoanalítica me resulta clarificadora para entender los avatares psíquicos de mis pacientes y me aporta eficacia en las intervenciones pero resulta pobremente aplicable en el contexto de la Sanidad Pública, donde trabajo.
El Psicoanálisis Multifamiliar ha sido para mí un gran descubrimiento por su capacidad de articular la teoría psicoanalítica con la práctica psiquiátrica, sobre todo porque permite acceder al tratamiento de algo, hasta ese momento casi inaccesible en el sistema público y de muy difícil acceso también en el ámbito privado: la trama enfermante, los aspectos pregenitales, la relación de objeto simbiótica… y disolver así, espero que en muchos casos, el enredo en el que se encuentran bloqueados los pacientes más graves y sus familias. Esta disolución abre paso al crecimiento de un yo más auténtico, con mayor capacidad de distinguirse en la realidad externa y de manejarse así ante las dificultades que se le planteen tanto dentro como fuera.
Mi experiencia es, como ya he dicho, que primero lo pusimos en marcha, después empecé a ver resultados y por último me queda intentar encontrar la raíz de su eficacia.
A modo de conclusiones diré que creo que el Psicoanálisis Multifamiliar es una herramienta útil para tratar los aspectos profundos de la enfermedad mental gracias a las siguientes características:
1.- La ausencia de programa y plazos, en coincidencia con el Psicoanálisis bipersonal, que permite al enfermo mental ir desplegando conflictos y darse cuenta dentro de su propio proceso sin exigencias del exterior y sin incidir en el fantasma del abandono.
2.- El beneficio del contexto grupal, donde pueden verse los conflictos en el espejo de los otros, sin la necesidad de exponer la propia identidad, ni de realizar una relación terapéutica transferencial, en muchos casos insostenible.
3.- El abordaje familiar que permite la atención a las familias, el mejor manejo de sus propios conflictos y desde ahí la posibilidad de sumarse a la solución en lugar de seguir siendo parte del problema.
4.- La reparación de la confianza que permitirá el acercamiento de un tercero que ayude desde fuera a salir del enredo.
5.- El cambio en la mentalidad de los terapeutas que empezamos a considerar posibilidades que antes nos parecían imposibles, tanto en lo que atañe a los pacientes mentales y a sus familias, como a nuestra capacidad de prestarles la ayuda necesaria.
Dicho todo esto quisiera añadir que no creo que el Psicoanálisis Multifamiliar sea tampoco la panacea que sirve para todo. Creo que, quizás por su carácter grupal, tiene también algunos inconvenientes importantes. En primer lugar pienso que es un espacio que no permite “hilar tan fino” como el Psicoanálisis bipersonal. Alejarse tanto de la concepción del terapeuta como pantalla blanca sobre la que uno pueda desplegar todas sus proyecciones, vacíos, deseos… etc. impide también el crecimiento, desarrollo y quizás resolución de buena parte de los conflictos inherentes al ser humano. La presencia de los otros tiene sus ventajas, pero su falta, también. De todos modos, tomo de Winnicott la idea de que, para poder estar solo (como exige de alguna forma el psicoanálisis ortodoxo) es necesario haber estado antes bien acompañado.
Agradezco del Profesor Badaracco la opinión de que es articulable no solo con la psiquiatría tradicional sino también con el psicoanálisis más ortodoxo, entre otras muchas disciplinas, y por tanto podría tratarse de prácticas complementarias. Es probable que haya cuestiones más fácilmente resolubles en un contexto grupal, ante la mirada de los otros, y otras que encuentren mejor salida cuando el que mira está, pero no está. Pienso también que por su capacidad de resolver las dificultades de los primeros estadios del desarrollo psíquico, puede ser la herramienta que permita a muchas personas acceder a modelos psicoanalíticos más clásicos de los que quedaron inicialmente excluidas.